Fuimos abandonados por autoridades estatales y federales en Tlapa, Guerrero: Gilberto Solano Arreaga
Por Edmundo Cázarez C.
-Primera de tres partes-
Foto: Adrián Ponce
Enclavado en la alta montaña, con una población de 96,125 habitantes, Tlapa de Comonfort, Guerrero, en pleno 2024, el 68 por ciento de sus pobladores hace uso de lenguas indígenas maternas para comunicarse entre ellos. De esta manera, el mixteco, amuzgo, náhuatl y me´pha, resultan valiosos canales que les permite establecer una fluida y sana convivencia, pero tristemente rodeados de una lacerante y perversa pobreza que los obliga mantenerse alejados de la vida mundana, y lo que es peor, abandonados a su suerte por la indolencia de autoridades estatales y federales.
Para este reportero resultó muy gratificante poder conversar con el primer presidente municipal de extracción indígena del país, Gilberto Solano Arreaga. A sus 50 años de edad, contagia ese deseo de superación, pues desde su etapa infantil y contando únicamente con su lengua materna me´pha, se propuso aprender hablar español escuchando las melodías del cantautor mexicano Napoleón, tales como: “Vive”, “Hombre”, entre otras muchas más.
Con un férreo deseo de superación, cursó la carrera de licenciado en Derecho en la Universidad Autónoma de Guerrero con la firme idea de llegar a convertirse en presidente municipal de Tlapa, Guerrero. En la primera parte de la entrevista con EL UNIVERSAL, sostiene: “Los seres humanos deberíamos aprender de los animales salvajes que poseen esa fuerza de unión que utilizan para protegerse, siempre, están a la defensiva para preservar su entorno. Mientras que nosotros, los “seres pensantes”, no somos capaces de observar esa escuela que tienen y ponen en práctica esos seres indefensos, pero el hombre, todo lo hace por una tonta vanidad de ostentar el poder por el poder”
No cabe duda que esta bendita profesión del periodismo, quienes tenemos la dicha de ejercerla con absoluta religiosidad, nos colma de innumerables satisfacciones e inolvidables experiencias. Una de ellas, fue la enorme experiencia de conocer la alta montaña de Guerrero, considerada como la región más pobre del país. Llegar a Tlapa, Guerrero, vaya que es una verdadera odisea. Ocho horas de un largo, sinuoso y accidentado camino de terracería. Me resultaba imposible comprender y aceptar, como es que estos mexicanos se encuentren tan alejados de la vida mundana. Gente humilde pero empeñada en salir adelante, sin importarles el desprecio y discriminación que son objeto por parte de autoridades estatales y federales.
Gracias a la extraordinaria colega y gran amiga, Isabel Ortega, a quien le había solicitado una entrevista para la saga LAS GUERRERAS DEL PERIODISMO, que iniciamos en EL UNIVERSAL, me hizo la invitación para que fuera a su lugar de residencia, en donde, por cierto, la han adoptado como una distinguida tlapaneca. Un viaje que, sin lugar a dudas, me ha dejado completamente impresionado, pero también, con un muy grato sabor de boca y un caudal de experiencias inolvidables.
Conversar con Gilberto Solano Arreaga, un extraordinario mexicano, el primer presidente municipal constitucional de extracción indígena del país, un guerrerense que transmite confianza y quien se define como un ser bendecido por el cielo, pues la noche del 25 de octubre de 2022, sufrió un terrible accidente automovilístico a bordo de una camioneta marca KIA, cuando circulaba sobre la carretera Ahuacotzingo - Olinalá, acompañado de su señora esposa y de un chofer, el vehículo en el que viajaban, se precipitó a una barranca de 120 metros de profundidad, milagrosamente, todos lograron sobrevivir.
Lamentablemente, ese desafortunado percance automovilístico le ha traído delicadas y dolorosas secuelas en su estado de salud: una hernia de disco cervical y lesiones en la columna vertebral, produciéndole fuertes dolores. Es tanta la fuerza de voluntad que tiene Gilberto Solano, no se da por vencido, siempre, quiere seguir adelante. Ante constantes molestias y deterioro en su calidad de salud, se sometió a exhaustivos estudios médicos y al conocer los resultados, tomó la difícil decisión al desistir registrarse para lograr la relección como presidente municipal para el trienio 2024 – 2027. Es importante destacar que su paso como alcalde de Tlapa durante el periodo 2021 - 2024, es digna de aplaudirse por su honestidad y entregando excelentes resultados durante su gestión que concluye en octubre próximo.
Sencillo y humilde en su trato. Amable y educado, con un enorme respeto hacia sus semejantes, nos da muestras del enorme orgullo que siente por sus raíces mixtecas. A lo largo de esta amena e interesante charla, intercalaba su lengua materna Me´phaa con el español para hacerse entender de la mejor manera.
Un tlapaneco que nació para vencer los retos que le presenta la vida misma, sobre todo, después de ese lamentable accidente automovilístico, sostiene que la vida misma es un reto permanente. Y es que, para él, no existen los imposibles, tan es así, ante la negativa del presidente López Obrador para que Tlapa contara con un Centro de Rehabilitación e Inclusión Infantil Teletón -CRIT-, logró convencer a los directivos de Fundación Televisa para que su natal Tlapa fuera sede de un CRIT, en beneficio de miles y miles de niños desprotegidos de la alta montaña del estado. Hoy en día, el CRIT es una realidad y funciona a la perfección.
Al referirse a la confianza que le depositaron los tlapanecos para convertirlo en el primer alcalde de extracción indígena, señala: “Los cargos públicos no son para siempre, son tan efímeros como la vida misma. Hay que saber querer a la gente, ganarse ese cariño de las personas, no como un funcionario público pasajero y que resulta, a final de cuentas, una carga para el alma y todo ello se debe a la tonta vanidad de ostentar el poder por el poder. El hombre no sabe compartir, ni se compadece del dolor de los demás, mucho menos, sabe trabajar por el bien común”
Sencillo en el vestir, me recibe en el patio de su humilde casa, portando su inconfundible camisa verde olivo, cobijado por el trineo y canto de jilgueros, así como infinidad de aves de corral, ante la muda presencia de una enorme águila tallada en cantera. Gilberto Solano, el hombre, abre su corazón para mostrarse tal cual es, sin falsas posturas. Una persona que habla con absoluta verdad en cada una de sus palabras. Mucho menos, jactándose del cargo de presidente municipal constitucional que la gente le confirió para el trienio 2021-2024.
-¿Cómo le va en la vida al primer presidente municipal de extracción indígena en Tlapa, Guerrero?
-¡Híjole!!... ¿Así de botepronto? ¡Uff!!, qué le puedo decir: La vida, para nosotros y siendo la voz de la alta montaña de Guerrero, la veo muy triste…
-¿…Por qué triste?
-Por no arriesgar y por no decidir, nuestra tierra estuviera más olvidada…
-¿Un pueblo indolente ante esa urgente necesidad de evolucionar y progresar?
-Eso, se lo digo a nombre propio… ¿Qué hubiera pasado si hubiera preferido quedarme en mi pueblo?
-¿Una absoluta apatía ante urgentes carencias de sobrevivencia?
-¡Ese es el tema!!, pero también, entiendo que con la misma fuerza que tienen los ríos y la madre naturaleza, muy pocos, nos ponemos a observar lo que sucede a nuestro alrededor.
-Insisto, ¿el hombre hace caso omiso y hasta minimizas la fuerza que el universo le hace ver en ríos y madre naturaleza, como bien usted lo apunta?
-Los seres humanos deberíamos aprender de los animales salvajes que poseen esa fuerza de unión y que utilizan para protegerse. Siempre, están a la defensiva para preservar su entorno, pero nosotros, como seres humanos, no somos capaces de observar esa escuela que tienen y que ponen en práctica esos seres indefensos.
-¿Debo entender que el hombre es más animal que las fieras salvajes?
-¡Indiscutiblemente!!...
-¿Qué es lo que está haciendo mal esa raza a la que le llamamos como “pensante”?
-¡Qué buena pregunta me formula!! Creo que, ello, se debe a la tonta vanidad de ostentar el poder por el poder, además, el hombre no sabe compartir, ni se compadece del dolor de los demás, mucho menos, sabe trabajar por el bien común
-¿Nos hemos convertido en rehenes de nosotros mismos?
-Es que primero somos nosotros, luego nosotros y seguimos siendo nosotros. Si nos enteramos que le pegaron a fulano o zutano, es lo menos que nos importa. Nos hacemos de la “vista gorda” y los desentendidos.
-¿Cómo le hace Gilberto Solano, el primer presidente indígena del país, para no perder esa sencillez y humildad?
-Soy tal cual desde siempre….
-¿Cómo fue la niñez de Gilberto Solano, ahora convertido en alcalde?
-Mi niñez, fue algo que transcurrió con mucho miedo e indecencia, lo vuelvo a decir, me la pasaba observando a los animales salvajes y disfrutando de la madre naturaleza, de lo bello y hermoso que resultaba sentir esos fríos, aquí, en la alta montaña de Guerrero. Me encantaba ver volar a los colibríes con esa libertad. Me quedaba sorprendido ver el surgimiento de una variedad de frutas…
-¿Una tierra bendita?
-Recuerdo que atrás de mi casa, existían unos enormes árboles colmados de peras silvestres, nadie los había sembrado y ahí nacieron, crecieron y nos alimentábamos de esas deliciosas frutas, por cierto, mis bisabuelos me daban de comer unos enormes y jugosos tejocotes.
-¿A qué jugaba de niño?
-Jugaba hacer montañas de tierra…
-¿Hacer más montañas de las que vivía?
-Es que no pensábamos en coches porque era lo que me rodeaba, ni tampoco tuve entre mis manos un cochecito de madera o de latón.
-¿Cuántos hermanos tuvo?
-Soy el primero de los nueve hijos que procrearon mis padres -seis mujeres y tres varones-
-¿A qué se dedicaba su papá?
-Aunque era campesino, logró superarse como maestro rural en lo más alto de la montaña de Guerrero. Me contaba que bajaba a Tlapa cuando me regalaba unas enromes bolas de dulce para mitigar el hambre -súbitamente, los ojos de mi entrevistado se llenan de lágrimas y su voz se quiebra sin suspender su relato-
-¿Qué es lo que le pesa del tema porque se le llenaron de lágrimas los ojos?
-Lo que más me pesa del tema, es algo que nunca se me va olvidar… Me parece un tanto inesperado que, en esta entrevista, usted logre escrudiñar fibras tan sensibles que uno guarda en lo más profundo de los recuerdos. Me tiene sorprendido que, en unos cuantos minutos de esta charla, me lleve a revivir esa bella etapa que disfruté junto a mis padres y abuelos.
-Recordar es vivir…
-Discretamente, se limpia las lágrimas con los dedos de su mano derecha y exclama: “Don Edmundo, tiene usted toda la razón… Me acuerdo que un día, alcancé ver a mi padre que venía descendiendo lentamente por una ladera. Corrí hacía él para abrazarlo y le arrebaté un morralito que traía en su mano izquierda…
-¿Ese niño inquieto pensaba que el morral estaría lleno de dulces?
-¡Sii!!, con mi supuesto “botín”, me voy hacia la parte de atrás de mi casa, sin darme cuenta que mi madre iba corriendo detrás de mí…
-¿También estaba intrigada con el contenido de ese morralito?
-¡En efecto!!, quería saber lo que le había traído su esposo. Total, entre ambos sacamos lo que había dentro del morralito y descubro un jabón de tocador “Nordiko” color verde, sin embargo, estaba seguro que era un dulce y le pego una enorme mordida…
-¿…A qué le supo?
-Era una mezcla rara entre amargoso y picante… ¡sabía horrible!! -Entre sollozos, el alcalde continúa con su relato- “Mi madre me abrazó y me dijo: ¡No te preocupes hijo, en la vida, no sabemos qué tipo de sangre traemos!! ¡En la vida, hay caminos que son de sangre y no sabemos de qué sangre es tu camino!!”
-¡Que palabras tan llenas de profundidad…!!
-Así era mi madre. Y todavía me dijo: “No te preocupes hijo, algo grande viene para ti. Esto que te acaba de suceder, te demuestra que debes ir a la escuela para prepararte y no llevarte este tipo de sorpresas. No mi querido hijo, me duele tanto verte sufrir por esa decepción que te llevaste al creer que era un dulce y traes químicos en tu boquita. Eso, te enseña que debes investigar las cosas antes de morderlas”
-¿Y cómo le fue en la primaria?
-Ingresé a la escuela primaria rural Vicente Guerrero de Moyotepec…
-¿Era seguir los pasos de un distinguido guerrerense?
-Admiro mucho a Vicente Guerrero porque supo pelear por nuestra independencia, quien vivió exactamente aquí, en la alta montaña, en donde estamos ahorita.
-¿No tuvo la oportunidad de asistir a un kínder?
-No, no había kínder en mi localidad. Mi familia vivía en la comunidad de Lucerna, un lugar en donde hace muchísimo frio, teníamos que caminar por espacio de cuarenta minutos para bajar hasta Moyotepec.
-¿Qué tenia de especial Moyotepec?
-Era un poblado muy trabajador donde sembraban mucho el maíz. Su cultura giraba alrededor de la música. Me acuerdo que durante todo el mes de septiembre sonaban unos tamborcitos para llamar a los integrantes a una tradicional danza de “Los Chareos”
-¿Era un verdadero amor a la tierra?
-¡Por supuesto!!, me acuerdo que cultivaban las papas, habas, las peras y duraznos…
-¿Un pequeño paraíso desde la óptica de un niño?
-No lo sé, lo que sí recuerdo, es que era, de verdad, muy “cerradito” para la escuela.
-¿Era de a tiro un “burrito”…?
-Es que no me gustaba ir a la escuela…
-¿Por qué…?
-Es que los maestros me jalaban las patillas y orejas hasta que me tronaban… ¡Me llenaba de coraje!!, hasta llegué aborrecer la escuela
-¿Qué es lo que quería ser de grande?
-No me gustaba ser un niño del montón, ni uno más dentro de mi escuela. Es más, tampoco me gustaba convivir con una persona de mi propia edad…
-¿…Y eso..?
-Sentía que no estaban a la altura de todas las cosas que me había enseñado mi bisabuelo Epifanio Solano Moreno, un hombre que vestía calzón de manta y comulgaba mucho con él…
-¿Qué es lo que le ensañaba?
-Todas las mañanas hablaba con la madre naturaleza y decía… “Bienvenido a mi casa el sol. Sean también bienvenidas las aguas y cada una de las hojas de los árboles que están reverdeciendo y nos dan vida”.
-¿Un hombre sabio?
-¡No lo sé!!, pero hablaba mucho con la naturaleza, yo sentía que sus palabras le salían desde lo más profundo de su corazón. De madrugada, me llevaba hasta lo más alto de la montaña para que nos iluminaran los primeros rayos del sol. Era un espectáculo bellísimo observar como iba apareciendo el sol y sus rayos me daban energía para vivir el día y saber descansar por la noche.
-Había una conexión de su ser con la naturaleza…
-El hombre ignora que existen muchas cosas que la propia naturaleza se encarga de avisarnos…
-Hay quienes le llaman ser supersticioso…
-La madre naturaleza no necesita de hechicería, brujería ni nada de eso… No es esa palabra que interpretan en las grandes ciudades como supersticiosos, simplemente, hay que saber interpretar los sonidos de los animales, los sonidos del aire. Para quienes vivimos y crecimos lejos de la vida mundana, eso, tiene una interpretación. Insisto, la misma naturaleza se encarga de avisarnos ciertos fenómenos naturales y no le damos la importancia que merece, hasta creen que son sueños…
-¿Los sueños se hacen realidad?
-Un día, una persona, de la cual me reservo su nombre, me dijo que había soñado que a su hermano le disparaban, y en efecto, tiempo después lo mataron de un balazo en la cabeza. Este señor, era un indígena muy poderoso, había acudido con alguien para que le interpretara sus sueños. Total, esa persona le dijo que no sabía si estaba platicando con un vivo o con la misma muerte.
-¿Así de fuerte?
-¡Ni más ni menos!! Este señor que había ido a esa consulta, afirmaba que poseía las mejores armas y poder, justamente, a los 15 días de esa “consulta” lo asesinaron en su casa.
-Con sus amiguitos de infancia y adolescencia… ¿a qué jugaba?
-Antes de responder, su rostro refleja enorme alegría, sus ojos brillan intensamente, esbozando una ligera sonrisa me dice: “Jugábamos a treparnos a todos los árboles, por cierto, encontré uno muy frondoso en donde me escondía para no ir a la escuela, pero un día, mi mamá me “cachó” y me fue como en feria…”
-¿Cómo lo castigaban?
-Con unas enormes varas de durazno… ¡y dolía muchísimo!! A partir de entonces, mi mamá me “encargó” con mi maestra Maurilia Mateos, a quien debo agradecer que fue sumamente paciente conmigo, de esa manera, empezó a gustarme mucho ir a la escuela.
-¿Cómo era la vida en Tlapa, ese entonces?
-Recuerdo que se hablaba mucho del cultivo de los enervantes, la mariguana y la famosa y bellísima amapola por los colores que tiene cuando florece. Yo era muy niño, sin embargo, me cuentan que uno de mis familiares, quien se llamó Juan Miramón Cantú, fue el fundador del exitoso programa Conasupo/Coplamar, lo que ahora se conoce como Diconsa. Me decían que no obstante haber sido un hombre netamente lírico y sin estudios universitarios, pudo aprenderse de memoria la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Poseía una memoria privilegiada y se convirtió en un férreo defensor de los pueblos indígenas de la alta montaña de Guerrero.
-¿Esos héroes anónimos que aportaron al desarrollo de Guerrero?
-Pues así es la vida. Existen muchos testimonios de su loable esfuerzo, fue quien gestionó para que el gobierno estatal y federal construyeran la primera carretera que conectaba a Tlapa con la comunidad de la Mojonera -hoy, un importante crucero vial en Tlajamacingo del Monte-
-¿Como dice la canción de Joan Manuel Serrat, “Caminante, no hay camino, camino se hace al andar…”?
-Órale don Edmundo, que inspirado viene usted, hasta me contagia de ese optimismo… Bueno, le contaba que tenía como seis años de edad… Uff, teníamos que caminar o viajar en burro como tres horas para ir a comprar cosas para comer y el único refresco embazado que conocí de niño era la famosa “Pepsi”.
-¿Pero cómo era el trato de la gente en ese tiempo?
-La gente de Moyotepec era una gente sumamente trabajadora y empoderada con su música y cultura…
-¿Muy echados para adelante?
-¡Exacto!!, con ganas de triunfar y vivir bien, pero al llegar el tema de los enervantes se descompuso el pueblo por completo. Me contaba mi abuelo que mi papá decidió estudiar la carrera de normalista y hasta le dieron una plaza, pero cuando vio el peligro que representaba el narcotráfico, le dijo a mi mamá: “Aquí, no la vamos hacer”.
-¿La mafia los obligaba a sumarse a ese flagelo social?
-Es que los líderes del narcotráfico le decían a mi papá: ¡Siembras mariguana o te quitamos tus tierras!!...
-¿Y que hizo su papá?
-Pues con el corazón en la mano le dijo a mi mamá que, eso, no es lo que quería para su familia y decidió mudarse a Tlapa… No sé como le hizo, pero logró que una máquina moto conformadora y excavadora, empezaran a excavar el cerro y construir la carretera hacia Tlapa.
-¿Ya existía Tlapa en el mapa carretero?
-Nadie sabia de la existencia de Tlapa, todos decían… ¿Tlapa?, ¿En donde queda eso?, ¿Ahí que hay? Nadie se imaginaba que detrás de esas enormes montañas existía un pueblo muy trabajador que vivía una perversa pobreza…
-¿Le dolía esa perversa pobreza?
-Claro que me dolía y sigue doliendo muchísimo… -De pronto, la voz se le quiebra nuevamente, sus ojos se llenan de lágrimas y me solicita hagamos una pausa. Una vez repuesto continúa- “De verdad, era muy difícil poder sobrevivir sin tener absolutamente nada, bueno, eso sí, mucha voluntad para salir adelante, sin tener siquiera, que comer…”
-¿Es delito ser pobre?
-¡No!!, por supuesto que no. Hay muchos que hablan de la pobreza pero ignoran como es en realidad.
-¿En su casa, cómo enfrentaban esa perversa pobreza..?
-Mi padre y mi madre nos hacían tortillas de plátano para sobrevivir…
-¿…A lo mero macho?
-Sí, no tengo porque mentirle ni tampoco es mi deseo despertar compasión por mi pasado, pero las cosas así sucedieron…
-¿Era todo lo que comían?
-Esas tortillas de plátano se tenían que empatar con un poco de maíz para tratar de abundar el tema de la comida y que alcanzara para todos mis hermanos.
-¿Cuántas veces pasó hambre, sin tener absolutamente nada en el estómago?
-Don Edmundo, ¿me permite hacerle una pregunta con todo respeto?
-¡Adelante!!, pero no se le olvide que quien hace las preguntas soy yo…
-¿Estudio la carrera de sicólogo? Se lo digo con el respeto que me merece, posee un “don” de saber meterse hasta las fibras más sensible que uno guarda muy adentro de la conciencia y del alma… Me tiene impresionado, y ya ve, hasta me hizo llorar…
-Le repito la pregunta… ¿Cuántas veces pasó hambre, sin tener absolutamente nada en el estómago?
-Lo padecí en repetidas ocasiones, sentir las paredes del estómago completamente pegadas sin nada de alimento.
-¡Uff!!... ¿De ese tamaño?
-¡No tengo porqué mentir!!, aunque mis abuelos y padres eran quienes sufrían más porque prefieran quedarse sin probar alimento por dárselos a los niños, ellos, sí que sufrieron mucho más que nosotros los niños.
-¿Le rompía el alma ver a sus papás quedarse sin comer?
-Al escuchar la pregunta, se lleva las manos a la cara y suelta el llanto abiertamente. Me quedo atónito ver a un alcalde llorar como niño, lo que me permite conocer la enorme calidad moral que posee este destacado mexicano, orgullosamente indígena.
-Señor presidente, ¿desea que aquí termine la entrevista?
-¡Nooo!!, don Edmundo, por favor… ¡no me haga eso!! Es la primera vez en mi vida que alguien se preocupa en conocer al ser humano llamado Gilberto Solano Arreaga. No tiene idea cómo se lo agradezco. Esa pregunta que me hizo ¿qué sentía ver a mis padres quedarse sin comer por nosotros? ¡Vaya!!, me hizo revivir esos momentos que jamás olvidaré, parece que los estoy viendo ahorita y decirles que los amo con todo mi corazón.
-¿En la montaña alta de Guerrero, es la única zona donde se padece de pobreza extrema?
-No sé si al actual gobierno de la República, eso, los haga inmensamente felices, pero Tlapa, se encuentra abandonado a su suerte por parte de esas autoridades federales.
-Nada es para siempre, afortunadamente, usted no decayó en esa depresión, hoy, es un destacado profesionista y un muy buen alcalde de Tlapa…
-No cabe duda que los tiempos de Dios son prefectos. Tuve la dicha de convertirme en un muchacho que decidió emigrar a Chilpancingo para convertirse en un solitario estudiante universitario
-¿Quién fue su mejor amigo tanto en la infancia, adolescencia y juventud?
-Mi bisabuelo, que al fallecer, ufff, fue cuando comprendí que había sido mi mejor amigo, por cierto, cuando pude ver las caricaturas de Heidi, ver a ese viejecito que salía con ella, de inmediato, venía a mi memoria la presencia de mi querido bisabuelo.
-¿Por qué era tan apegado a su bisabuelo?
-Me tenía muchísima paciencia, me daba muchos consejos, me cuidaba y trataba muy bien. Recuerdo que, por su avanzada edad, se hacía pipi en el pantalón y se ponía a llorar, yo le decía que no le diera pena, que me diera su pantalón, no le decía nada pero me salía de su cuarto y me iba corriendo a lavarlo. Cuando se lo llevaba limpio y seco, me abrazaba y con un beso en la frente me decía: “Hijo, Dios me dijo que estás asegurando tu vida y la de tus hijos, con estas nobles demostraciones de amor que tienes conmigo”
-¿Que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda?
-Don Edmundo, sé perfectamente que no le gustan los halagos, le digo esto, porque he leído sus interesantes entrevistas que se publican en EL UNIVERSAL, que delicia resulta poder conversar con usted. Lo que le acabo de confesar, más que una remembranza de lo vivido, creo que son bendiciones propias que alcanzan a mis hijos, nietos, bisnietos y hasta tataranietos.
-¿A quien le sirvas, no esperes que te corresponda de la misma manera?
-¡Exacto!!...
-¿Qué duele más, pedir o dar?
-¡Hijole!!...¡Qué buena pregunta!!... ¿Qué duele más, pedir o dar?... Hum, quizás, duela más pedir porque se pone entredicho la vergüenza y dignidad…
-¿Por qué´?
-En lo personal, me apena mucho pedir…
-¿También le da pena pedirle a Dios?
-¡Sopas!!, me hace sentirme en el banquillo de los acusados… No, a Dios no me da pena pedirle porque lo considero mi amigo, hasta siento que está dentro de mí.
-¿El alcalde de Tlapa, un hombre de mucha fe?
-Sí, la verdad es que sí.
-¿Le duele cuando le brinda ayuda a los habitantes de Tlapa?
-¡Jamás!!, la bondad es algo que cada quien tiene, en mi papel de alcalde de Tlapa, no me veo como el tirano que dice… ¡La ley soy yo!!
-Gilberto Solano, ¿nació para servir a los demás o para servirse de los demás?
-Usted lo ha dicho. Me encanta poder ayudar a los demás. Los cargos públicos no son para siempre, son tan efímeros como la vida misma. Hay que saber querer a la gente, ganarse ese cariño de las personas y no como un funcionario público pasajero, que a final de cuentas resulta una carga para el alma.
-¿Por qué siempre se ha manejado en un bajo perfil?
-Déjame decirte que, desde niño, he sido un tanto tímido…
-¿Tímido o reservado?
-Siempre fui un niño callado y tímido, como bien lo apuntas.
-Resultado de una estricta y hasta severa educación impartida por su padre?
-Digamos que sí. Alguien me decía que en la escuela, era donde se iba despertar ese potencial que había dentro de mi y que si lograba empatarlo con mis valores, mis decisiones serían más certeras.
-¿Cual le gustaba más… ¿La escuela de la vida o la escuela educativa?
-¡Puff!!, ¿otra vez con esas preguntas que me cimbran todito? Las dos, son de suma importancia para mí. Cuando estaba en Moyotepec me tenía que venir caminando hasta Tlapa, dentro de mi cabeza me daban vuelta los consejos que me había dado mi bisabuelo. -Ante ese tipo de carencias momentáneas, en su casa no había televisión, ¿Qué era lo que lo mantenía atento?
-En un aparato de radio que un vecino tenía conectado a un enorme altavoz se escuchaba para todo el pueblo la señal de “La Radio de la Montaña”, le preguntaba a mi papá… “Papá, ¿Quién es esa persona que está metida dentro de esa enorme cosa que se escucha en todo el pueblo?
-La inocencia no conoce límites…
-¡Indudablemente!! Por cierto, había un maestro de primaria que se llamaba Juan Mateos, un hombre sumamente chaparrito y mi papá me decía que era él, quien estaba dentro del aparato de radio que hablaba, cantaba y hasta tocaba la música que inundaba nuestro pequeño pueblo.
-¿Le convenció lo que su papá le había revelado?
-No, por supuesto que no. Sino que ahora, quería saber a qué hora se metía el maestro Juan Mateos dentro de ese aparato y cómo le hacía. Efectivamente, era la inocencia de un niño de 6 años de edad. Gracias a ese enorme aparato de radio, todas las mañanas, podía percatarme de la hora exacta. Esa voz grave decía… ¡Son las seis de la mañana en tierra mestiza!!
-¿Qué sentía escuchar la radio?
-Como que me inyectaba ilusiones, despertaba mi curiosidad de querer saber más y más. Vamos, me abría un abanico de ilusiones y me hacia pensar en mi futuro. Cuando alguien me preguntaba ¿En dónde está la voz de la montaña? De inmediato, les respondía…. ¡En Tlapa!!
-Continuará-
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