Soy periodista por casualidad, pero de acendrada convicción: Sara Lovera

Soy periodista por casualidad, pero de acendrada convicción: Sara Lovera

-Las Guerrilleras del Periodismo -VII-

Por Edmundo Cázarez C.

-Segunda parte-

Cuando apenas tenía 14 años de edad y se encontraba estudiando el tercer año de secundaria, por una experiencia fortuita, la ahora destacada y reconocida periodista Sara Lovera López, se unió al Movimiento de Liberación Nacional, mismo que fue fundado por el ex presidente de México, general Lázaro Cárdenas. Desde entonces y hasta la fecha, ha mantenido una proclividad social a la que no ha renunciado, convirtiéndose en una difusora comprometida con los derechos humanos de las mujeres y llevándola a ocupar honrosas posiciones en todo lo referente a la lucha feminista y de género.

Sin lugar a dudas, Sara Lovera es una mujer que nació para triunfar. A los 15 años de edad y como si fuera su propio regalo de XV Años, a pesar de cierta resistencia familiar, logra estudiar la carrera de periodismo en la legendaria Escuela de Periodismo Carlos Septién García, teniendo la satisfacción de tener como compañeros de banca a distinguidas personalidades, tales como José Reveles, Paty Chapoy, Carlos Marín, Oscar Hinojosa, Guillermo Pacheco y Socorro Díaz entre otras más.

A lo largo de su brillante trayectoria periodística, se ha hecho merecedora de numerosos premios, como un justo reconocimiento a su incansable quehacer informativo, entre los que destacan: Premio Hermila Galindo, otorgado por la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. Medalla Josefa Ortiz de Domínguez y Premio Nacional de Periodismo por trayectoria 2015, como un justo reconocimiento a su cotidiano quehacer informativo. Sin poder dejar de mencionar que, en 2005, estuvo nominada al Premio Noble de la Paz, por la labor que realiza en defensa de los derechos de las mujeres y de género.

En esta segunda parte de la entrevista con EL UNIVERSAL, confiesa ser una periodista por casualidad, pero dueña de una acendrada convicción, haciendo un muy interesante recuento de sus años de infancia dentro de un colegio de monjas, en donde, por primera vez, escuchó información acerca de la revolución cubana y conoció cómo, eso, espantaba a la gente por la supuesta llegada de comunistas a Cuba… ¡que se comían a los niños!!

Con un dejo de nostalgia, trae a su memoria los inolvidables viajes en tren que realizaba en compañía de su mamá y hermanos, con destino a Huatusco, Veracruz, enfatizando: “Era una delicia viajar en ese formidable trenecito al que le llamaba el “Huatusquito”

A punto de cumplir sus 75 años de edad, Sara Lovera sorprende por una sobrada vitalidad, sin que le duela… ¡absolutamente nada!!, además, es dueña de una envidiable memoria. En esta VII entrega de la Saga LAS GUERRILLERAS DEL PERIODISMO, que inicié aquí en EL UNIVERSAL, confieso que nos es nada, pero nada sencillo entrevistar a una colega con tanta experiencia y una muy brillante trayectoria profesional…. Bien dice el refrán: “Entre gitanos no se leen las cartas”

-¿Qué querías ser de grande?

-Me acuerdo que en mi escuela, con demasiados prejuicios, supe de la revolución cubana. Se hablaba con cierto espanto, que habían llegado los comunistas a Cuba… ¡y se comían a los niños…!!

-¿En tu escuela había monjas cubanas?

-Sí, llegaron expulsada de Cuba. Me acuerdo muy bien que la directora era la Madre Josefina, autoritaria y extremadamente firme. Si no se aplicaba la comparación, sí, se parecía muchísimo al Colegio Montessori. Ahí, tal vez, el contexto me llevó a pensar en el país, en sus problemas, etcétera.

-Vaya, que memoria tienes…

-Debo ser honesta, en ese tiempo no podía tener una visión exacta de mi país porque era mucho muy pequeña, pero sí, me gustaba investigar que en México teníamos muchos ríos, así como la extensa geografía.

-¿Qué es lo que te motivaba investigar?

-Quería saber más y más acerca de la revolución mexicana. Estando ya en la secundaria, sobre todo, me fascinaba la clase de historia porque nos la impartía un maestro muy bueno, así como el de civismo, en una escuela de niñas en donde había pocos hombres profesores.

-Pero si tus maestras eran puras monjas…

-No Edmundo, eso fue en la primaria, la secundaria era común y corriente y del gobierno. También fui a una escuela de niñas cuando estudié, al mismo tiempo, Trabajo Social y Periodismo.

-Bueno, en un colegio particular pueden cambiar ciertas cosas…

-Es verdad que con las monjas adquirí mi formación y mis primeras ideas sociales y fue importante en mí. 

-¿Qué tipo de música escuchabas?

-A mi mamá le gustaba mucho escuchar Agustín Lara. Ya que me lo preguntas, creo que, durante mucho pero mucho tiempo, estuve impregnada tanto de la música de Agustín Lara como de Toña La Negra. En mi casa no éramos muy afines a la música clásica. Además, la música con la que bailaba mi papá, esa, por supuesto, no estaba en mi casa…

-¿Tu papá asistía a centros nocturnos?

-No, en esa época no había salones de bailes. No esa idea prejuiciosa de los centros nocturnos. De lo único que me acuerdo, era de la existencia del famosísimo Salón México y el Paté. Si me quieres cuestionar acerca de que, ¿si mi papa ingería vino?... ¡no!!, mi papá jamás bebió una gota de alcohol.

-¿Ni una chela?

-Digamos que “socialmente” sí, quizás, tomaba una cerveza o una copa cuando iba a un festejo o algo así. Lo que sí hacía, era fumar mucho, cuando llegaba a la casa su ropa olía a cigarro porque se iba a bailar, pero mi mamá no iba con él a bailar porque no le gustaba.

-¿Tu mamá era celosa con tu papá?

-Muy poco o casi nada…

-Disculpa que me meta en cosas tan personales o intimas de tus papás…

-No te disculpes. Te lo voy a repetir, en mi casa se respiraba un ambiente liberal y progresista, en el sentido de lo que ahora entendemos como un nuevo tipo de familia, en donde mi papá y mi mamá hicieron un buen convenio, es decir, no caían en esas cosas.

-¿Tu papá era un tipo enojón?

-No, a mi papá, jamás lo escuche levantar el tono de voz. Era un hombre, dijéramos no macho y muy educado, se valía de él mismo y no dependía de su esposa, él mismo planchaba sus camisas. Mientras que mi mamá organizaba la casa y era mucho más apasionada, quizás, acostumbrada a la vida veracruzana. Ella sí, para que veas, hablaba de manera fuerte…

-¿Será por eso que dicen que tienes un mal carácter?

-Ja, ja, ja… ¡para nada!! Mi tono de voz también es fuerte, dicen que grito. Vamos, lo que te quiero decir es que esos temas, en realidad, no eran temas. Provenía de familias en tiempos de la revolución en donde las mujeres enviudaban y tenían otros maridos. De la misma manera, los hombres habían tenido varios matrimonios. Bueno, eso era lo que se comentaba en casa. Después, todos mis tíos fueron de una sola mujer.

-¿En algún momento te llegó a fastidiar que las monjas te obligaran hacer oraciones y rezar todo el santo día?

-¡No!!. Jamás me obligaron a nada. Simplemente era si yo quería ir al rosario o no…

-¿Qué sucedía si te negabas asistir a los rosarios?

-Nada, simplemente me quedaba en el patio de la escuela. Mi escuela era un tanto laica, además, le tenían mucho miedo a la Secretaría de Educación Pública.

-¿Pertenecías a una familia “Fifí”, de ese tiempo?

-No exactamente, porque mi abuela era una mujer, como se diría hoy, una mujer emprendedora, sencilla, que no sabía leer ni escribir. Mi mamá no terminó la escuela, solamente llegó hasta tercero de primaria…

-¿Y tu papá?

-Pues por el estilo, creo que llegó hasta cuarto de primaria. Pero los hermanos de mi mamá y los primos con los que creció… por ejemplo, uno de ellos, fue o es un escritor muy famoso de nombre Jorge López Páez. También tenía un hermano, mi tío que era medio político y destacado ingeniero, con una historia casi de aventura, porque era extensionista agrícola y viajaba mucho por el país defendiendo al campo y a las selvas. Mientras que mi tío Rubén, era un profesor que tiene un monumento como fundador de la escuela secundaria en Minatitlán.

-Una familia de sólidas raíces…

-Digamos que era mucha ilustración y buena comida, en donde no nos faltaba nada, pero tampoco éramos “fifís”

-¿Cuántas veces ibas de viaje a Huatusco en Veracruz?

-Mínimo una vez al año, quizás, en las vacaciones de verano y en navidad. Como tú recordarás, las vacaciones escolares eran en diciembre…

-¿Y en las vacaciones de Semana Santa?

-No acostumbrábamos a salir porque en casa se decía que era mucho muy peligroso ir por las carreteras. Que la gente manejaba muy mal y los autobuses chocaban. En fin, no salíamos en las vacaciones obligadas, en donde toda la gente quería salir. Quizás, eran los únicos días de descanso que les daban en sus empresas o en el mismo gobierno. Eso sí, en diciembre nos íbamos al pueblo. ¡Ah!!, era una delicia viajar en tren a Huatusco, Veracruz, ese formidable trenecito que le llamaban el “Huatusquito”

-Un México que se nos fue y se disfrutaba viajando en tren?

-¡Era increíble!! Me acuerdo que en los vagones subían las gallinas, llegando a los pueblos, los habitantes gritaban a todo pulmón vendiendo tamales, chorizo, gorditas, enchiladas, tostadas…

-¿Era fantástico darse esos auténticos “baños de pueblo”?

-Un México mágico con increíbles tradiciones y costumbres.

-¿Y después de la primaria, cómo llegas a la secundaria?

-Creo que terminé la primaria con un promedio bastante decente, creo que fue de 8, lo cual, no era nada altisonante.

-Bueno, tampoco eras una niña “nerd”, como le llaman ahora…

-No, pues no, pero sí, muy pero muy señalada por mi capacidad de hacer travesuras y no dejarme de los muchachitos. 

-¿A cuántos escuincles les pusiste sus “moquetes” porque te faltaban el respeto?

-¡Uff!!, no tengo el número exacto, así como a mis primos y los chamaquitos de la escuela que agredían a las otras niñas…

-¿Desde entonces te hiciste una férrea defensora de las mujeres?

-Fíjate que sí. En muchas ocasiones, salía en defensa de varias compañeras y amigas. Me enfrentaba a los muchachos o los acusaba con el director de la secundaria, hasta me los llevaba a la fuerza con la trabajadora social

-¿Cómo fue ese ingreso a la secundaria?

-Ingresé a una escuela mixta, la secundaria 12… ¡pero me expulsan al año!!, así es que no pude ni terminar, ahí, el primero de secundaria.

-¿Qué hiciste para que te expulsaran?

-Simplemente, no me dejaba de los escuincles que querían verme los calzones o me querían robar la tarea, vamos, no permitía que me hicieran ningún tipo de bromas ni travesuras, y como no me dejaba, me convertí en una “niña problema”, según ellos.

-¿Y qué pasó después?

-Luego ingresé a la secundaria 23, que era de puras niñas, estaba ubicada en la calle de Liverpool, en la Zona Rosa…

-¿Ahí, sí era una escuela “fifí”?

-Digamos que era una escuela de clase media y algo de “fifí” Una escuela muy chiquita y con muy pocas alumnas. La Maestra Idolina, era la directora que, a su vez, era la mamá de una concuña de mi hermana, es por eso que me admitieron. Mientras que la prefecta de esa escuela, vivía en la colonia Tres estrellas, que está pegada a la colonia Estrella, era ella quien se encargaba de llevarme todos los días a la secundaria y para estar segura de que fuera a la escuela, porque pensaban que me podía ir de “vaga” por ahí…

-¿Cuántas veces te fuiste de “pinta”?

-Muchas, pero lo que se llaman muchas…

-… ¿En serio…?

-¡…Claro!!

-¿A dónde te ibas de “vaga”?

-Tenía compañeras en esa escuela que se parecían mucho a mí, en lo “problemáticas”, eran niñas ricas o expulsadas. Tenía compañeras que vivían en Echegaray o San Mateo y me iba hasta allá…. ¡Ahorita que me acuerdo!!, también tenía una gran compañera que vivía en Polanco, por lo cual, iba mucho a la casa de mi amiga Tere. 

-Es que posees un enorme magnetismo…

-Asimismo, tuve la fortuna de tener una compañera y gran amiga, quien resultó ser una extraordinaria doctora, María Victoria Lozano, por cierto, su papá también era médico y tenía su consultorio en avenida Baja California, muy cerquita de aquí. Siempre he tenido muchas amigas y para mi fortuna, algunas de ellas vivían en la unidad habitacional Benito Juárez, en un edificio que se derrumbó en el sismo del 85.

-A lo Mero Macho, ¿en la secundaria le diste vuelo al cotorreo y vivías intensamente?

-¡Exacto!!, estando ya en la secundaria, pude ir a todos los bailes y XV Años que me invitaban. Tan fue así, que mi mamá me hacia un vestido largo cada semana para ir a los bailes…

-¿Ibas sola o con “chaperón”?

-Me acompañaba mi hermano…

-¿Qué te gustaba bailar?

-¡Uff!!, mi papá bailaba de todo, así es que aprendí a bailar de todo con él, danzón, guaracha, vamos hasta bailé “Tap tap” Todo me gustaba… hay una música que no sé cómo definirla, solamente la escucho y me parece maravillosa…

-¿….Reggaetón…?

-¡Ay, nooo!!, la música de la que te hablo, tiene orquesta… es una música suavecita pero movida y das pasos largos. Eso, también lo aprendí con mi papá. Ni cómo olvidarme del Charleston y Cha-cha-chá. Luego el Rock and Roll…

-¿Cuándo fue la última vez que bailaste?

-Como hace 20 años…       

-¿Cuál fue ese escuincle que logró atraparte?

-¡Ninguno!! Fíjate que me gustaba mucho un chico que se llamaba Raymundo…

-¿Qué tenia de especial ese muchachito para una jovencita que era tan difícil de atrapar?

-Que era bastante seriecito, yo sabía que vivía en Peralvillo. Tenía unos ojos hermosos y era bastante estudioso…

-¿Era muy respetuoso?

-Yo no creo en esa palabra…

-¿Por qué?

-¿Qué cosa es eso…? “RESPETUOSO”, para mí, es un valor tan gelatinoso… ¿Qué significa? ¡No sé...!! 

-¿Y qué sucedió con Raymundo?

-Era un muy buen compañero, me ayudaba a estudiar, iba a visitarme a mi casa en su bicicleta…

-A ambos, ¿se les caía la baba?

-Me encantaba verlo en su bicicleta cuando llegaba a mi casa…

-¿Pero te dabas mucho a desear y no permitías que te cortejaran?

-En esa época… ¿si la recuerdas?... Eran los llamados “tés danzantes”, las reuniones eran en los patios de las casas y los organizaban los muchachos, nos daban sándwiches y agua de Jamaica. Me acuerdo de una vecina que tenía como cinco hijas, su marido era un general del Ejército y vivían exactamente frente a mi casa, así como las Payán, hermanas de Carlos Payán, eran como seis y también vivían en la colonia Estrella…

-¿Recordar es vivir…?

-¡No me interrumpas!!, ahorita que logré hacer memoria… ja, ja, ja. También viene a mi mente doña Susana de la Brena, era la encargada de llevarnos a los famosos “tés danzantes”. Una señora que se ponía hasta adelante, a lo mejor, éramos como 15 chamacas…

-¿Qué edad tenías ahí?

-Creo que 13 años y ya estaba en segundo de secundaria, pero me juntaba con diversas amigas porque las hermanas de Carlos Payán, eran como de la edad de mi hermana, así es que algunas ya tenían como 18 años…

-¿Eras la atracción de los chicos?

-¡Nooo!!, no me lo vas a creer, pero nadie me sacaba a bailar…

-A lo Mero Macho, ¿sufriste porque no te sacaban a bailar?

-¡Mucho!!, para nada fui una mujer asediada, más bien, digamos que sufría de lo contario.

-¿Y hasta cuando llegó ese anhelado novio que te quitó una terrible soledad?

-Hum… Creo que, fue hasta los 16 años… ¡por fin!!, llegaba uno de los siete hombres de mi vida. Porque cuando salí de la secundaria…

-¿Cuántas materias reprobaste?

-En la secundaria… ¡nunca!! Mas tarde, cuando estudié Trabajo Social al mismo tiempo que Periodismo y me atrapó el 68, ahí sí, con tantas y todas esas materias, las tuve que aprobar en exámenes extraordinarios y a título suficiencia…

-¿Cuál fue esa materia en toda la carrera que te costó más trabajo?

-Fíjate nada más que contradicción… la materia que me costó más trabajo y en la que obtuve las más bajas calificaciones… ¡fue español!! Ja, ja, ja. Bueno, regresando a mi primer novio, ya una joven adolescente, fue un chico muy bohemio, originario de Córdoba, Veracruz.

-¿Dónde lo conociste?

-¡En un baile de una boda…!! Y ya sabes… ¿Estudias o trabajas? Total, le dije que estaba estudiando periodismo, inmediatamente me pregunta… ¿Lees la revista Siempre!?...

-¿Y qué le contestaste?

-¡Qué no!!...

-¿Y cuál fue su reacción?

-Simplemente, me dijo que la tenía que leer. Me acuerdo perfectamente que era diciembre, poquito antes de navidad, apareció para pedirme que fuera su novia… ¡Ah!!, llegó hasta la puerta de mi casa con un enorme tambo de libros…

-¿Qué libros eran?

-La biografía de Napoleón, la de Fouché, un tipo tan horrible de la revolución francesa y todos esos personajes de la época y otros como Azorín…

-Entre todos esos libros, ¿cuál era el más valioso?

-Una colección de Gabriel García Márquez, Macondo, Los Funerales de Mama Grande. El General no tiene quien le Escriba. Así como Memorias de una Joven Formal de Simone de Beauvoir…. ¡Era un verdadero altero de libros!!

-¿Un chico como caído del cielo?

-La verdad es que sí. Fue mi compañero y mi novio durante los siguientes cuatro años.

-¿Qué estudiaba él?

-¡Antropología!!, cuando yo, ya estaba estudiando, al mismo tiempo, periodismo en la Carlos Septién y Trabajo Social de la SEP.

-¿Por qué periodismo, si en tu casa no existía ningún antecedente?

-Porque…

-¿…No me lo quieres decir…?

-Sí, sí te lo voy a decir… Es que, también es una contradicción…

-¿Tiene que ver algo con tu formación con las monjas?

-¡Exacto!!, yo daba clases de catecismo en la Iglesia de mi colonia, cuando tenía entre 13 y 14 años…

-¿Pero qué relación existía con el periodismo?

-Es que en el número 27 de la calle de Oxidiana, en la misma colonia Estrella, también vivían las hijas de don Alejandro Avilés…

-¿Los tiempos de Dios son perfectos?

-Las niñas de Alejandro Avilés iban a tomar catecismo conmigo y las preparé para su Primera Comunión. -Totalmente emocionada por la charla, me pide que le permita hacer una pausa, enciende el sexto cigarrillo y me cuenta- “Fíjate que no hace mucho tiempo, invité a Rosario Avilés para que viniera a mi casa a tomar café una noche y estuvimos aquí, recordando eso precisamente. Resulta que doña Eva, su mamá, se suponía que debería ir por ella a la Iglesia y como no llegó, pues me tocó llevarla hasta su casa, estando ahí, descubrí un verdadero tesoro de libros, perfectamente bien acomodados en libreros abiertos.

-¿Y luego?

-Le pregunté a doña Eva ¿de quién era ese tesoro de libros?, y me dijo que del periodista Alejandro Avilés, quien, además, era el director de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García…

-¿Qué pensaste por dentro?

-¡De aquí soy!!... ¡Yo quiero ser periodista!!

-Pero me habías dicho que tenías a tu tío López Páez, quien era escritor…

-¡Exacto!!, mi tío publicaba sus cuentos en el desaparecido periódico Novedades, pero yo estaba segura que era periodista y no escritor…

-¿Esas dos fortuitas casualidades, las que te condujeron a seguir esta bendita carrera del periodismo?

-¡Sin lugar a dudas!!...

-¿Digamos que eres periodista por casualidad…?

-Si, pero de una muy acendrada convicción. Esas dos cosas o casualidades, como tú le llamas, son las que me condujeron al periodismo e ingresar a la Carlos Septién… ¡a los 15 años de edad!!

-¿Qué sentías ingresar a una legendaria e histórica escuela de periodismo?

-En ese entonces, no tenía la mínima idea de que era histórica, mucho menos, legendaria escuela.

-¿Pero no estás enojada, verdad…?

-¡No, para nada!! La Carlos Septién era una escuela nocturna que generó mucha discusión en mi casa…

-¿…Por qué?

-Pues porque… Te vuelvo a decir que mi papá era un hombre que no era macho, liberal, absolutamente amigo y amable ya que hasta estudiaba conmigo. Una y otra vez, repetía en casa que deberían tenerme confianza, pero eso sí, él, no iba ir por mí saliendo de la escuela a las nueve y media de la noche.

-¿En tu casa, quién se oponía que estudiaras periodismo?

-Más que oponerse, era cierto temor. Periodismo no era una carrera de mujeres. Mi tío, el ingeniero, le decía a mi mamá que me dejara porque le iba a responder muy bien

-¿Qué fue lo más impactante para ti, tomar esa decisión de estudiar periodismo?

-Lo más impactante, sucedió cuando fuimos a inscribirme y se percataron que todos los que serían mis compañeros, eran mucho más mayores de edad que yo.

-¿Recuerdas quiénes fueron tus compañeros en la Carlos Septién?

-¡Claro que sí!!, fueron Pepe Reveles, Paty Chapoy, Carlos Marín, Oscar Hinojosa… ¡eran mis compañeros de banca y de clases!!, y eran de mi edad. También me acuerdo de un jovencito tímido que resultó un gran poeta y escritor, que lamentablemente, ya falleció, Raúl Navarrete. Un tipo extremadamente serio y originario de Tepic… y hasta de pocas palabras…

-¿…Más que tú…?

-Ja, ja, ja …Ya dime quién te dijo que yo tenía un carácter de la chingada…

-¡Olvídalo!!, no tiene caso, mejor dime quiénes más fueron tus compañeros en la Carlos Setién…

-Memo Pacheco, Socorro Díaz, Elías Chávez ¡Ay, mi querido Edmundo!!, cómo te agradezco que me lleves de la mano para realizar este hermoso viaje de recuerdos. Déjame contarte que la secretaria de la Septién era mi maestra y poeta Dolores Cordero, quien le dijo a mi mamá: “Señora, no se preocupe, la niña va a estar en muy buenas manos.

-¿En dónde estaba ubicada la Carlos Septién, en aquel entonces?

-En la calle de Guillermo Prieto, ya no recuerdo el número… ¡pero ahí estaba!! Por cierto, arriba de una panadería. Por esas calles transitaba un camión perteneciente a la ruta La Villa/Lindavista, que me dejaba en Antonio Caso e Insurgentes, así es que nada más caminaba como dos cuadras hacia Guillermo Prieto…

-¿No te daba miedo cuando salías de noche de la escuela?

-Fíjate que no, porque lo hacía rodeada de al menos siete u ocho tipos que me acompañaban y protegían. Hice muchos y valiosos amigos como Ubaldo Diaz y Juan Manuel Pereyra, entre otros más. Todos ellos me acompañaban y cuidaban.

-¿Qué era lo que sí, pero también, lo que no te gustaba de la Carlos Septién?

-¡Qué buena pregunta!! Lo que más me impactaba o no me gustaba mucho, era que, muchos de mis compañeros eran mucho mayores que yo, además, también había unos curas… ¡y hasta un dominicano!!       

-Continuará-

Comentarios