Dile al presidente Echeverría, que vaya y chingue a su madre: Emilio "El Tigre" Azcárraga
Por Edmundo Cázarez C. -Segunda y última parte-
Con cierta frecuencia, se dice que los tiempos de Dios son perfectos. Que en esta vida no hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla. Pero cumplir 100 años de edad, es un hecho verdaderamente extraordinario, y más aún, cumplirlos dentro de un contexto de pandemia mundial, lo que lo vuelve todavía más inusual. Actualmente, en todo el mundo, solamente existen medio millón de personas que alcanzan la longevidad centenaria, es decir, aquella persona que ha alcanzado los cien años de vida, pero no llegan más allá de los 105 años.
El pasado lunes 17 de enero, Luis Echeverría Álvarez, se convirtió en el primer expresidente que ha alcanzado la longevidad centenaria, ni su gran amigo de toda la vida, José López Portillo, tan siquiera alcanzó los noventa años, pues falleció a los 84 años de edad. Luis Echeverría, un hombre completamente sano físicamente. Desde muy joven manifestó ser adicto al ejercicio practicando el tenis, la natación y caminatas, lo que le ha permitido conservar esa hiperactividad y aunque ya no la enfoca al esfuerzo físico, hoy en día, su pasión es por la lectura y el cine.
Por cosas de la vida, siendo un adolescente, sin haberlo planeado, así de pronto, tuve un increíble acercamiento con el entonces presidente de la República durante el sexenio 1970-1976, lo que me brindó la oportunidad de descubrir a una persona de nuestro pueblo que ostentaba la máxima responsabilidad a la que puede aspirar un mexicano, convertirse en presidente de la República. Y vaya que la administración de Luis Echeverría se mantuvo bajo el sello del populismo.
Llegar hasta el presidente en turno, no es nada fácil, mucho menos, cuando aún no se alcanza la mayoría de edad. Los niños y adolescentes, no solamente de ahora, sino desde hace décadas, a los gobernantes de los tres niveles, tal parece que les vale madre lo que les suceda, ni lo que requieran para su desarrollo las personas chiquitas, olvidando por completo, que ellos, también un día lo fueron.
Previo a mi participación en el prestigiado programa de televisión “El Gran Premio de los $64,000.00”, que no solamente hizo historia, sino que dejó una huella imborrable en los anaqueles de la televisión mexicana. Verme inmerso en toda la infraestructura y factor humano que se mueven alrededor de un presidente de la República, es simple y sencillamente impresionante.
Durante ocho largos meses y desde la precaria visión de un adolescente provinciano, pude percatarme de cómo se manejaban las cosas desde lo que era la sede del poder presidencial: la Residencia Oficial de Los Pinos. La cosa por más sencilla que dijera “el Señor Presidente”, era una orden que se cumplía a como diera lugar.
Quizás, en 2022, existe el mismo sometimiento presidencial que se aplicaba en las épocas de Luis Echeverría, pero con la única diferencia, es que antes, existían personas jóvenes y preparadas en la toma de decisiones, que, quiérase o no, permitieron un avance, y dista muchísimo en la forma de cómo pretenden ejercer el poder desde Palacio Nacional en la 4T, a base de caprichos, destruyendo todo lo que se había construido y retrocediendo a ciegas.
Sin temor a equivocarme, la oportunidad que me permitió la vida para adquirir esta irrepetible experiencia, para mí, simple y sencillamente fue única, excepcional e inolvidable. Aunque mi única tarea era aprender todo lo referente a la trayectoria desarrollada por el presidente Echeverría, debido a la propia inexperiencia de un chico de tan solo 16 años de edad, no podía percibir el tamaño de la envergadura del tema que había escogido para desarrollarlo dentro de un programa de televisión que tenía enormes índices de audiencia, el cual, se transmitía todos los sábados en punto de las ocho de la noche, a través del entonces único canal de televisión que existía en el país con cobertura nacional: Canal 2 de Televisa.
Durante el tiempo de preparación para participar dentro de El Gran Premio, todos los días aprendía algo nuevo: Tuve la enorme oportunidad de ser testigo del trato afable y respetuoso que se brindaba desde la presidencia de la República, a cada uno de los reporteros que cubrían “la fuente”, y no como sucede hoy en día que, desde Palacio Nacional, y durante las mañaneras, el único objetivo y propósito es denostar, agredir e insultar a todo aquel periodista que se atreva criticar al actual gobierno.
Como simple reportero, no soy nadie para estar defendiendo al gobierno de Luis Echeverría, porque a final de cuentas, era casi un niño de 16 años de edad, pero sí, veía como en el Salón Presidentes, ubicado en planta baja de la Residencia Oficial de Los Pinos, se atendía con esmero y respeto a cada uno de los reporteros, facilitándoles toda la información que solicitaban para su cotidiana actividad periodística. Recuerdo haber visto al entonces muy joven reportero Joaquín López Dóriga, así como a Miguel reyes Razo, Pedro Talavera, Abraham Mohamed, entre otros muchos más, ofreciendo una disculpa por no recordar bien sus nombres de todos ellos, la verdad, estaba muy chavito.
Lo que recuerdo perfectamente, era que Mauro Jiménez Lazcano, Director de Información y Relaciones Públicas de la Presidencia de la República, todos los días, incluyendo sábados y domingos, llegaba casi de madrugada al Salón Presidentes para conversar con cada uno de los reporteros, proporcionándoles la información que necesitaban. Era un trato de reportero a reportero. Con su inconfundible frase: “Cómo cosa tuya”. Su función y responsabilidad era ser la de vocero presidencial. Le “sugería” a los reporteros, cuando iban a entrevistar al presidente: “Como cosa tuya”, pregúntale esto al presidente, sin que ello, significara que estuviera sometiendo al reportero, sino que lo hacía para lograr que la entrevista tuviera mayor productividad. Por cierto, exactamente enfrente del Salón Presidentes, había un comedor del Estado Mayor Presidencial, en donde se brindaba alimentos, café, refrescos y agua a los reporteros sin ningún costo. Era un trato digno y humano.
También, tuve la suerte de conocer a un chamaco casi de mi edad, él, tenía 19 años y era nada más ni nada menos que el bolero consentido del Presidente de la República, me refiero a Pedro Valtierra, quien con el paso del tiempo, se convirtió en un extraordinario fotógrafo, gracias a que aprendió a la perfección las enseñanzas de otro legendario fotógrafo como lo fue el inolvidable Agustín Pérez Escamilla (QEPD), mejor conocido como “El Chino Pérez”, un hombre simpático, agradable y con una creatividad envidiable “el ñorse de la sapren” = “el señor de la prensa”, todo lo hablaba al revés.
Otras de las cosas que no podré olvidar, eran esos intrépidos y arriesgados viajes a bordo del avión destinado para el transporte de los periodistas, bautizado como “El Pancho Fayucas”, tantas historias quedaron petrificadas en sus pasillos y asientos. Mudos testigos de la entrega del café, bocadillos, aperitivos, y por supuesto, no se me pueden olvidar los “sobres” o “chayos”. A mis escasos 16 años, yo no lo veía como delito, sino como un apoyo económico al reportero para “alivianar” un poco los miserables sueldos que percibían… ¡y que siguen percibiendo!!
1975 estuvo salpicado por muy diversos eventos que cimbraron no solo al Distrito Federal, sino al país por completo. Estando en Los Pinos, específicamente en el área de la Información, lo que hoy se conoce como Comunicación Social, me mantenía perfectamente bien informado. Me acuerdo del huracán Caroline, que un 24 de agosto impactó las costas de Tamaulipas, por cierto, Echeverría no me permitió que acompañara a los reporteros que viajaban con él, para supervisar los daños que había provocado.
Otro acontecimiento de importancia, fue el que sucedió el lunes 20 de octubre, cuando dos trenes de la Línea 2 del Metro chocaron en la estación Viaducto, debido a que el conductor no frenó con anticipación y murieron 31 personas, resultando heridas 70, en lo que se consideraba el peor accidente en la historia del Sistema de Transporte Colectivo, como resultado de lo ocurrido en la estación Viaducto del Metro, fue como se instaló el sistema de pilotaje automático.
Para concluir con esta rápida aportación de eventos que aún permanecen en mi memoria biológica, no puedo olvidar aquel 14 de marzo cuando Luis Echeverría, en una clara terquedad, y no obstante que la Sección segunda de Logística e Inteligencia del Estado Mayor Presidencial le habían recomendado, una y otra vez, que no era prudente que acudiera hasta el auditorio Salvador Allende de la Facultad de Medicina de la UNAM, en donde los estudiantes lo abuchearon. Echeverría decidió asistir con el propósito de inaugurar el inicio de cursos. Los ánimos se calentaron de tal manera que, en un claro acto de provocación, el propio Echeverría terminó llamándoles “fascistas”, “jóvenes movidos por la CIA”, y a grito abierto, les recordaba que “así gritaban los jóvenes de Hitler y Mussolini”.
La seguridad e integridad física del presidente de la República estaba en peligro, por lo cual, tuvo que salir de inmediato por la puerta trasera del recinto universitario, justo en el momento que una piedra impactó en su cabeza, provocándole una descalabrada. Era increíble ver al Presidente de México bañado en sangre y no por la gravedad de la pedrada, sino que las descalabradas resultan ser muy aparatosas.
Pero volviendo con lo mío, la fecha fijada para la primera intervención dentro del programa “El Gran Premio de los $64,000”, había llegado. Sobre mi cabeza sentía una enorme presión de todo tipo. Por un lado, en el estudio “A” Paco Malgesto de Televicentro, en avenida Chapultepec, había personal del Estado Mayor Presidencial a la expectativa, y ante el posible arribo tanto de la señora María Esther Zuno de Echeverría, quien me había ofrecido ir al estudio para apoyarme, como integrantes del gabinete presidencial que habían recibido la indicación del presidente Echeverría para que me apoyaran durante mi participación.
Uff, me había metido en camisa de “once varas”. No me quedaba otra que hacer un digno papel, pero más que el compromiso que había adquirido con el presidente… ¡Era un enorme reto conmigo mismo!!
La noche del sábado 4 de marzo, en punto de las siete y media, me permitieron el acceso al famosísimo estudio “A”, Paco Malgesto, de Televicentro. A partir de ese momento y hasta el término del programa no podía tener contacto con nadie. A los participantes, nos tenían reservados lugares separados del público que asistía. Nuestro lugar estaba en el piso “set”. Todo era nerviosismo, no obstante, estaba completamente seguro y confiado de la preparación que había tenido. Era quizás, algo así como un primer examen profesional… ¡Pero en cadena nacional y por televisión!!
Todo estaba listo. Elegantemente bien vestido y enfundado en smoking, llega don Pedro Ferríz a saludar a cada uno de los participantes y nos desea mucha suerte. Nos invita a que estemos tranquilos y que todo estará bien. Cuando hace su arribo al estudio, el señor Emilio Azcárraga Milmo, todo se torna en un silencio sepulcral. Vaya que imponía su presencia. Don Emilio El tigre Azcárraga, era un hombre recio, extremadamente serio. No imponía solamente respeto, sino hasta un poco de temor por su enorme personalidad. De igual manera que lo había hecho minutos antes don Pedro Ferríz, el señor Azcárraga, nos saluda de mano a cada uno de los participantes y cuando llega conmigo, discretamente, me dice al oído: “Quiero que sepas perfectamente, que no tendrás ningún tipo de trato especial durante tu participación en El Gran Premio por el simple hecho de haber escogido el tema de la vida y obra del presidente Echeverría. Que te quede bien claro, tendrás el mismo trato que se le brinda a todos los demás participantes” Uff, de inicio, ya me estaban leyendo la cartilla.
Mientras que el floor manager pedía silencio total, iniciaba el conteo para entrar “al aíre” ¡Prevenidos…!! Todo estaba listo. Estando cerca de mí don Pedro Ferríz, le transmito el recado que me había dado el presidente, pero también, lo escuchó el señor Azcárraga, su reacción fue inmediata y me dijo: “Pues quiero que le digas al presidente Echeverría, que yo te dije, -y todavía me pregunta- ¿Sabes quién es el señor que te está hablando? A lo que le contesto con cierta timidez: Sí, usted es el señor Emilio Azcárraga Milmo. “Ah bueno, pues dile al señor presidente, que te dije yo, Emilio Azcárraga, que aquí en mi casa no se va hacer lo que él diga. Lo que está pidiendo que hagamos contigo, ponerte un apuntador, no es algo correcto… En mi casa mando yo… ¡Y que vaya y chingue su madre!!
Al escuchar lo que me había dicho el señor Azcárraga… ¡Me quedé helado!!, No comprendía lo que estaba sucediendo, pero intuí que no era nada, pero nada bueno para mí.
Sergio Beauregard, un destacado locutor, quien se encargaba de abrir y cerrar el programa decía: “En Vivo, desde la Ciudad de México, Televisa presenta… ¡El Gran Premio de los 64 mil pesos!!, y para conducirlo, queda con ustedes, el señor Pedro Ferríz…” La noche del sábado 4 de octubre, fui el cuarto concursante. Me habían dejado al último, porque era mi primera participación….
Cuando me presenta don Pedro Ferríz, exclama: “Nuestro siguiente concursante es Edmundo Cázarez Cárdenas, quien ha escogido como tema: “Vida, Obra, Actuación y Trayectoria Política del Presidente de la República Luis Echeverría Álvarez”. Antes de empezar con las preguntas, me hace una pequeña entrevista acerca de mis orígenes, familia, estudios y recalca: “Quiero decirte, que no por haber escogido el tema de la vida y trayectoria del señor presidente, no recibirás ningún tipo de trato preferencial” Aunado a eso, todavía me cuestiona: ¿Por qué escogiste el tema del señor presidente? ¿Acaso quieres ser gobernador del Estado de Michoacán de dónde eres originario?
Mi respuesta fue clara y contundente: “No don Pedro, antes que nada, saludo con respeto y humildad a los millones de televidentes que están viendo este prestigiado programa de concurso. ¿Por qué escogí el tema del señor presidente? Por favor, soy un chavito de 16 años de edad, lo que quiero, aparte de ganar el Gran Premio de los $64,000.00”, para seguir estudiando mi carrera de licenciado en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Provengo de una familia muy humilde y no me interesa para nada la política. No, no quiero ser gobernador de mi estado. Quiero seguir estudiando, y si escogí el tema de la vida y trayectoria del señor presidente, es porque creo que toda la gente del país, tiene el derecho de saber: ¿Quién es el señor que nos está gobernando? ¿Cómo se lleva con sus hijos? ¿Qué come? Los mexicanos, no sabemos absolutamente nada del ser humano que es presidente porque en los periódicos, y hasta aquí mismo en los noticieros de Televisa, solamente hablan del Primer Mandatario, el Jefe del Ejecutivo, el Presidente de México, pero paro nunca se ocupan del ser humano.
Todavía alcanzo a escuchar al señor Azcárraga que le decía al productor del programa… ¿Quién chingados es este pinche escuincle?
No obstante que los reflectores me deslumbraban, me percato de la presencia en el estudio, del licenciado Mario Moya Palencia, entonces Secretario de Gobernación, acompañado por el general Jesús Castañeda Gutiérrez, quien era Jefe del Estado Mayor Presidencial. A la distancia de 47 años, no concibo cómo fue posible que un imberbe adolescente, moviera de tal manera las estructuras del poder en México…
Al tocarme mi turno, ya dentro de la cabina de cristal en donde nos metían a los concursantes, la primera pregunta que me formuló don Pedro Ferríz fue…. “Edmundo, por $64 pesos, dime: La fecha y lugar de nacimiento del presidente de la República Luis Echeverría, así como el nombre de sus papás. Tienes 30 segundos para responder, Televisa y estufas Mabe te deseamos suerte…” Mi respuesta fue rápida y precisa. Nació el 17 de enero de 1922, a las 4 y media de la mañana en la calle de Querétaro número siete, de la colonia Roma, aquí en el Distrito Federal. El parto fue atendido por el médico Cirujano Rafael Ortiz. Sus padres fueron: el señor Rodolfo Echeverría y la señora Catalina Álvarez. Además, tuvo dos hermanos: Rodolfo y Eduardo” ¡¡¡¡Peeeerfectamente bien contestado!!!, exclamaba don Pedro Ferríz al momento en que el público asistente al teatro estudio “A” Paco Malgesto aplaudía, y así, despedían el programa al “aire”.
Uff… Había empezado mi participación en el Gran Premio de los $64,000.00 con el pie derecho. Al término de la emisión del programa, el licenciado Moya Palencia me abraza y felicita. Por su parte, el general Castañeda me dice que el señor presidente nos espera en su despacho de Los Pinos. Al llegar a la oficina del presidente, a las 10 de la noche y todavía estaba trabajando, cuando se percata de mi presencia en su oficina, en un acto por demás de cortesía, se levanta de su escritorio, me da un muy efusivo abrazo. Me hace saber que me vio muy tranquilo y me felicitaba. Que me fuera a descansar. ¡Pero se me olvidó darle “el mensaje” que le había mandado el señor Azcárraga!!
Tratar de reseñar cada una de las participaciones que tuve en El Gran Premio, considero que resultaría cansado y hasta tedioso para usted, estimado lector de ÍNDICE POLÍTICO, solo me resta comentarle que, desde el inicio y hasta la etapa de los 16 mil a los 32 mil, mi sinodal había sido don Pedro Ferríz, lo cual, me transmitía confianza y seguridad. Pero había una indicación directa del señor Azcárraga… ¡Me tenían que eliminar lo más pronto posible y fuera como fuera!!
Por parte de Luis Echeverría, contaba con el apoyo y el respaldo personal del presidente de la Republica, pero por parte de Televisa, jamás debí haber concursado con dicho tema. Había un claro distanciamiento entre el presidente de la República y el dueño de Televisa. No concebían que un “pinche escuincle”, como se referían a mi persona, hubiera puesto en jaque su tranquilidad.
La noche del 25 de octubre de 1975, fue mi última participación. Durante las dos anteriores intervenciones, se respiraba una marcada tensión. Era algo así como el patito feo. Hasta en medios como El Heraldo de México y Excélsior, entre otros, me calificaban como “el hijo putativo” de Echeverría.
Por cierto, aunque yo no tenía enemigos con nadie, me habían asignado una escolta del Estado Mayor Presidencial que me brindaba protección y seguridad, la verdad, era algo totalmente incómodo, se había acabado mi libertad y privacidad. Repito, yo no tenía enemigos, pero el presidente…. ¡Tenía muchísimos!!
Para el colmo, esa noche sin decirme nada, así de sopetón, me cambian de sinodal. En lugar de don Pedro Ferríz, con quien ya me había acoplado, me pusieron a Juan Ruiz Healy. Me sentí completamente extraño. Logró ponerme nervioso y confundirme, pero al final, había conseguido su objetivo y cumplía al pie de la letra, la orden que había recibido de su jefe… ¡Eliminarme!!
La pregunta que me formuló Juan Ruiz Healy fue así: “Edmundo, has logrado avanzar hasta los $32,000.00, estás a un paso de llegar a la final del Gran Premio de los $64 mil pesos. A través de los informes presidenciales, el pueblo mexicano puede constatar el avance que ha tenido la nación… Por 32 mil pesos, responde:
*.- ¿Qué declaraciones hizo el Presidente Echeverría en la residencia Oficial de Los
Pinos, minutos antes de salir a rendir su Tercer Informe de Gobierno?
*.- ¿Quién lo entrevistó y que señalamientos hizo el señor presidente?
*.- ¿A qué hora salió de Los Pinos rumbo a Palacio Nacional?
*.-¿Quiénes integraban la comitiva del Congreso de la Unión para recibirlo en Palacio
Nacional
*.- ¿Quiénes lo acompañaron de Palacio Nacional hasta la Cámara de Diputados?
*.- ¿Quiénes integraban la comitiva para recibirlo en la Cámara de Diputados?
*.- ¿Cuánto duró el Tercer Informe de Gobierno del Presidente Echeverría?
*.- ¿Quién contestó el Tercer Informe de Gobierno?
*.- Por último, menciona mínimo, diez entidades federativas de reciente creación
que el presidente Echeverría daba a conocer en su Tercer Informe de Gobierno.
Cuentas con sesenta segundos para responder. Televisa te desea mucha suerte…
Uff… Dentro de la cabina de cristal y con los audífonos puestos. No me permitieron tener un asesor conmigo, además, escuchaba absolutamente todo lo que expresaba la gente que había asistido al teatro/estudio “Paco Malgesto”. Unos, decían que seguramente Echeverría me haría gobernador. Otros, de pendejo no me bajaban. Cuando respondí hasta ¿Quién había dado respuesta al Tercer Informe de Gobierno?, todo había sido de manera correcta. Lo malo fue la última pregunta. Jurídica y constitucionalmente, una entidad federativa es un estado de la República. Lo que ellos me estaban preguntando, era que mencionara el nombre de dependencias paraestatales, como lo eran Comisiones, Institutos, Fideicomisos, etc. De las diez que mencioné, solamente me hicieron válidas cinco, con lo cual, quedé automáticamente eliminado. Pero como premio de consolación, me había hecho merecedor de un colchón y de una estufa. Curiosamente, al sábado siguiente, el programa había desaparecido del “aire”.
Al terminar el programa, personal del Estado Mayor Presidencial me llevó de inmediato a Los Pinos con el Presidente Echeverría. Al llegar a su despacho, estaba acompañado por su secretario particular, el licenciado Juan José Bremer. Me pidió que tomara asiento en una de las sillas cercanas a su escritorio. Su mirada era penetrante. Lo noté sumamente serio y me dijo: Tú, por supuesto que estuviste muy bien. Golpeando la cubierta de su escritorio con el puño de su mano derecha, y quizás, apretando los dientes, expresó. ¡Esto se acabó! Acto seguido, tomó el teléfono rojo de la “línea presidencial” y se comunicó con el licenciado Víctor Bravo Ahuja, quien era Secretario de Educación Pública y le dijo: “Señor Secretario, buenas noches, por favor, quiero que el próximo lunes recibas a Edmundo Cázarez y veas lo de una beca para que pueda continuar con sus estudios en la Escuela de Periodismo Carlos Septién”.
Dice el refrán que cada quien habla de la feria como le va en ella, pero para mí, fue un gran honor y una inmensa distinción haber tenido ese acercamiento con el expresidente Luis Echeverría Álvarez. Nunca le pedí nada. Era casi un niño… A lo mero macho, tampoco me regaló absolutamente nada material, casas, coches… ¡nada!! Haberme otorgado una beca, fue el mejor regalo que me pudo haber hecho, y lo que más aprecio, es que cuando he tenido la oportunidad de hablar vía telefónica con él, siempre me ha dispensado su tiempo y brindándome un trato de caballero, atento, amable, pero, sobre todo, su valiosa amistad.
Sin lugar a dudas, Luis Echeverría, fue uno de los últimos presidentes de la República del México contemporáneo, que ejerció el poder a plenitud y de un México maravilloso que ya se nos fue. Si cometió errores como Presidente de la República o como Secretario de Gobernación, no soy quien deba calificarlo. No soy fiscal, policía ni nada. Soy un simple reportero que está profundamente enamorado y apasionado de su cotidiano quehacer periodístico. Repito, al licenciado Echeverría, la historia se encargará de juzgarlo. Por lo pronto, le reitero mi admiración, respeto y más… por cumplir cien años de vida…. Feliz Cumpleaños licenciado Luis Echeverría.
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