Cuando las palabras lastiman, las urnas castigan
"En tiempos de crisis, el silencio y la falta de empatía de un gobierno pueden convertirse en su mayor enemigo, y es la sociedad quien finalmente pasa la factura."
La crisis generada en torno al caso de Esmeralda ha expuesto las graves deficiencias del gobierno de Mauricio Kuri en el manejo de crisis y en la comunicación pública. La ausencia de un asesor en control de daños se ha vuelto evidente, y el resultado ha sido una serie de respuestas tardías, desconectadas y carentes de empatía. En situaciones como estas, la rapidez y la narrativa con la que se responde son cruciales para minimizar el daño y, en algunos casos, incluso convertir la situación en una ventaja política. En este caso, el gobierno de Kuri ha fracasado en ambas dimensiones, revelando una falta de habilidad para enfrentar situaciones complejas que demandan sensibilidad y rapidez.
Cuando una crisis estalla en el ámbito político, la manera en que se gestiona puede convertirse en una especie de "prueba de estrés" para el liderazgo de un gobierno o una figura pública. La administración de Kuri ha tropezado de crisis en crisis, sin lograr construir una narrativa coherente que realmente conecte con la ciudadanía. A cada nuevo problema le sigue una reacción lenta, carente de autocrítica y con gestos insuficientes, que en vez de calmar las aguas, las agitan aún más. Lo que se evidencia aquí no es un error aislado en la comunicación, sino una constante en la estrategia de comunicación política del gobierno de Kuri, que se agrava desde el pasado 2 de junio y cuyo desgaste ya es visible en el propio semblante del gobernador.
Una respuesta adecuada ante un caso tan delicado, como el de Esmeralda, debería haberse enfocado en una postura de reconocimiento y humanidad. La clave en el manejo de crisis es asumir la situación desde el primer momento, reconocer su impacto y abordarla con empatía. Pero en lugar de ofrecer una respuesta que humanizara al gobierno, lo que se percibió fue una reacción fría, protocolaria y tardía, que reforzó en la opinión pública una imagen de insensibilidad y desconexión de la administración panista.
Morena, en cambio, ha reaccionado con rapidez. Claudia Sheinbaum, en particular, ha tomado una postura que busca reivindicar los derechos de la menor y denunciar la falta de humanidad del gobierno de Kuri. Este respaldo de la federación, presentado con palabras que resuenan como un manotazo en la mesa, no solo representa un apoyo directo a Esmeralda, sino que también se percibe como una señal clara de liderazgo en defensa de la infancia y de los más vulnerables. La solidaridad hacia Esmeralda comenzó con su abogada, continuó con el respaldo de colectivos feministas, abogados democráticos, psicólogos y ciudadanos, y se amplificó con un apoyo masivo en redes sociales. Morena, a través de sus legisladores locales, federales y senadores, propuso un punto de acuerdo para iniciar un juicio de procedencia, reafirmando su compromiso con la justicia. Finalmente, la propia Sheinbaum expresó un apoyo contundente, ofreciendo respaldo psicológico, económico y legal a Esmeralda y su familia, e instruyendo a la Secretaría de la Mujer para que coordine esta ayuda. Este acto, que resonó profundamente en la opinión pública, dejó al gobierno de Kuri en una posición de debilidad ante una Morena que supo capitalizar la falta de estrategia de la administración estatal en el manejo de crisis.
Uno de los errores fundamentales de Kuri ha sido su incapacidad para tomar control de la narrativa en momentos clave. En cualquier crisis, controlar la narrativa permite dirigir el diálogo hacia aspectos favorables o menos dañinos, estableciendo un marco de referencia en el que el problema se ponga en perspectiva. Este enfoque, basado en una narrativa de "compromiso y mejora continua", podría haber permitido al gobierno de Kuri mostrar una disposición activa para resolver la situación, en lugar de adoptar una postura defensiva. En cambio, lo que se ha mostrado es una administración que no ha logrado establecer una versión coherente de los hechos y que permite que otros actores políticos definan la percepción pública del conflicto.
Además, el gobierno de Kuri ha fallado en redirigir la atención hacia logros y compromisos tangibles, una estrategia básica de control de daños que permite equilibrar los efectos negativos de una crisis. Ante un caso como el de Esmeralda, se pudo haber destacado algún proyecto reciente, causa benéfica o logro importante, para recordar al público el trabajo que se está realizando en pro del bien común. Este tipo de redireccionamiento no busca ignorar el problema, sino enmarcar al líder dentro de un marco de acción positiva y de logros. Sin embargo, la falta de narrativa coherente y acciones visibles en favor de la menor ha dejado al gobierno de Kuri vulnerable ante la contundencia de Morena y el apoyo federal a Esmeralda.
En una situación de crisis, contar con voces legitimadoras es fundamental para construir una respuesta sólida. Diversas figuras, que tengan la credibilidad y el respaldo de la ciudadanía, pueden reforzar la narrativa del gobierno, ofreciendo una perspectiva de autoridad moral o técnica. En el caso de Esmeralda, el gobierno de Kuri podría haber involucrado a aliados estratégicos que respaldaran la respuesta oficial y ayudaran a legitimar las acciones del gobierno. Sin embargo, ante la falta de un asesor experto en control de daños, estas estrategias fueron simplemente ignoradas, y el mensaje oficial quedó debilitado frente al contundente respaldo social, mediático y político de Morena.
El público no solo necesita una disculpa o una explicación, sino acciones concretas que aborden el problema. Una administración que se muestra proactiva y ofrece soluciones específicas, aunque sean graduales, proyecta responsabilidad y compromiso. Ante esta crisis, el gobierno de Kuri pudo haber implementado medidas visibles para apoyar a la menor y a su familia, demostrando que no solo se reacciona a los problemas, sino que también se trabaja para que no vuelvan a ocurrir. Sin embargo, al no contar con una estrategia clara, el gobierno perdió la oportunidad de convertir esta crisis en una oportunidad para demostrar liderazgo y responsabilidad social.
Finalmente, la consistencia en el mensaje y las acciones a lo largo del tiempo son esenciales para proyectar una imagen confiable y resiliente. Una crisis no se resuelve con una sola rueda de prensa, sino con una narrativa constante que refuerce los valores de transparencia y compromiso. En este aspecto, el gobierno de Kuri también ha fallado, mostrando una postura inconsistente y reactiva que alimenta la percepción de una administración frágil y desorganizada.
En conclusión, la falta de un asesor en control de daños ha dejado al gobierno de Kuri sin una respuesta efectiva ante una crisis que requiere de empatía, claridad y acciones concretas. Morena, por su parte, ha aprovechado la situación para posicionarse como un partido que defiende los derechos de los ciudadanos más vulnerables, proyectando una imagen de liderazgo y solidaridad. Como ha quedado claro, cuando las palabras lastiman, las urnas castigan.
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