Del sueño americano a la pesadilla mundial
Tengo varias amigas en Estados Unidos, principalmente en Los Ángeles, Texas y Virginia. Algunas, muy queridas, regresaron hace meses al país y están en Tijuana.
Aunque la historia de todas ellas es distinta tienen un común denominador: se fueron de México en busca de una vida mejor.
No viene al caso debatir si fue una buena o mala decisión cruzar la frontera; tampoco alegar que se fueron porque los mexicanos no han tenido oportunidades de salir de la pobreza o la marginación, lo único cierto es que en unas horas su vida puede cambiar radicalmente.
Donald Trump llegará por segunda vez a la Casa Blanca, será el presidente número 47 de Estados Unidos y amenazó que a partir del próximo miércoles comenzarán las deportaciones masivas de paisanos.
Desde su campaña presidencial el magnate norteamericano lo ha dicho fuerte y claro: los mexicanos no son bienvenidos en territorio norteamericano. Tanta es su animadversión que de plano no invitó a la presidenta Sheinbaum a su toma de protesta y si usted no lo ha tomado como una pésima señal, hay que empezar a tomarlo.
A partir de este lunes 20 los bravuconadas de Trump pueden dejar de ser sueños guajiros y tomar forma: los cárteles de la droga serán llamados terroristas y habrá que abatirlos, con el consecuente derramamiento de sangre, sí, más del que ya tenemos en Sinaloa, Guerrero, Chiapas, Tabasco, Guanajuato, Michoacán y otros estados en donde el gobierno federal ha intentado poner orden, pero para Trump no ha sido suficiente.
Quizá algunos imaginen que México será invadido por soldados gringos e incluso habrá quien lo celebre. Dudo que ese sea el escenario, pero la relación bilateral entre nuestro país y Estados Unidos ya está fragmentada. Negarlo es ocioso.
La presidenta Sheinbaum asegura que se tomarán las medidas necesarias para evitar la intromisión de los vecinos en México y no dudo que se disponga a actuar.
Desde semanas previas hemos visto que se preparan en las zonas fronterizas y en los estados donde existe un número considerable de migrantes. Estamos con todo para recibir a esos héroes y heroínas que dejaron a su gente para seguir el sueño americano, pero ¿en verdad se podrá?
La deportación masiva de paisanos requiere de recursos materiales y humanos a gran escala que necesitan reajustes presupuestales inmediatos y seamos honestos: apenas se está trabajando para ayudar a los más necesitados que habitan en nuestro país. Echarle más agua a los frijoles no será suficiente.
Y hay, sobre todo, un problema humanitario y un choque cultural.
Las amigas que les comenté me preguntaban qué harán con los niños y jóvenes que estudian y que muchos de ellos no conocen México, otros, tuvieron que cruzar la frontera con sus padres y otros más, con menos suerte, han quedado huérfanos en dicha travesía.
Hay cifras escalofriantes respecto a la niñez y la migración. De enero a agosto del año pasado 113 mil 542 menores de edad llegaron a México, provenientes sobre todo de Centroamérica. Muchos sufren desnutrición, abuso sexual, analfabetismo y abandono. De cumplir sus amenazas Trump, esta cifra se elevará en forma exponencial.
El calvario de esas infancias y sus familias parece ser lo más grave y por lo tanto, lo más urgente. México requiere de acciones concretas para planear acciones más allá del discurso, pues el sueño americano hoy es para miles de familias una pesadilla.
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