El colapso de Ricardo Salinas Pliego
Cuando la profecía autocumplida se vuelve en contra.
“Cuando suficientes personas creen que eres invencible, el mundo se acomoda para no contradecir esa imagen. Pero cuando creen que estás derrotado, hasta las paredes se inclinan para verte caer. Ese es el poder —y el veneno— del efecto Pigmalión.” Efecto Pigmalión
Sirvo la taza de café —esa primera, humeante, que sirve para acomodar el caos antes de entrarle de lleno al poder— y pienso en algo que cada vez me queda más claro: los gigantes no caen solo por un tropiezo. Caen cuando se quedan sin relato, sin blindaje simbólico, sin la expectativa social que durante años los sostuvo.
Eso es exactamente lo que está pasando con Ricardo Salinas Pliego.
Su derrumbe no es solo fiscal, jurídico o financiero: es histórico.
Es la Batalla Final: de magnate mediático a paria fiscal. La ejecución del capitalismo de compadrazgo.
Más de 60% de su fortuna evaporada.
Adeudos fiscales que superan los 50 mil millones de pesos.
Demandas internacionales.
Riesgo de embargo.
Acciones desplomadas.
Casinos bloqueados.
Acreedores extranjeros cercándole el paso.
Nada de esto ocurre aislado.
Es el efecto Pigmalión trabajando a plena potencia… pero al revés.
Del aura de intocable al estigma del “deudor contumaz”
Durante dos décadas, Salinas caminó con la seguridad de quien se sabe protegido por un mito: el del “empresario valiente” que desafía al Estado, que “dice la verdad sin miedo”, que no se deja doblar por nadie. Ese cuento —porque eso era— le permitió litigar sin pagar, endeudarse sin límites, influir en reguladores y mover mercados.
Pero el giro llegó en 2024.
El discurso oficial cambió.
La expectativa se reescribió.
El blindaje se evaporó.
Y cuando la narrativa dominante pasó de “intocable” a “sí lo van a alcanzar”, todo el sistema comenzó a actuar en consecuencia.
Así empieza un derrumbe.
El Pigmalión negativo: cuando la percepción causa la insolvencia
El Estado ya no lo vio como aliado ni como excepción. Lo vio como objetivo.
Y el mercado fue detrás.
La SCJN ordenó el pago de más de 50 mil millones de pesos.
Elektra se derrumbó 71% en pocas semanas.
Más de 8,500 millones de dólares evaporados de su patrimonio.
Créditos, proveedores y acreedores ajustando condiciones como si ya estuviera quebrado.
El mercado actuó como Pigmalión financiero: convirtió la expectativa negativa en realidad contable.
Cuando suficientes actores creen que vas a caer, te empujan.
Cuando creen que ya caíste, te dejan ahí.
La geopolítica de la deuda: del SAT a Rikers Island
La crisis cruzó fronteras:
En EE. UU., acreedores reclaman 640 millones de dólares.
La justicia neoyorquina exigió 25 millones de dólares de fianza para que Salinas evitara un arresto por el litigio con AT&T.
Fondos buitre presionan para embargar activos.
Investigaciones paralelas por presunto lavado golpean sus casinos y plataformas digitales.
La narrativa de “empresario soberano frente al gobierno mexicano” se deshace ante una realidad más simple: en Estados Unidos no existe el compadrazgo.
Allá no importa quién eras.
Allá importa lo que debes.
El costo devastador de la confrontación
Durante años, la confrontación le funcionó.
Crear enemigos.
Polarizar.
Victimizarse.
Gritar.
Acusar.
Pero en 2025, esa estrategia se volvió gasolina sobre un incendio:
Cerró toda vía de negociación.
Selló su imagen como “deudor contumaz”.
Activó una supervisión regulatoria implacable.
Destruyó confianza en Banco Azteca y Elektra.
Lo convirtió en el símbolo perfecto de la evasión a la que el gobierno quería poner rostro.
El escudo se volvió daga.
El discurso se volvió prueba.
La narrativa se volvió sentencia.
El efecto Golem en su estado más puro
El Golem —la profecía negativa— terminó por definir su destino:
Lo trataron como evasor → SCJN ejecutó el cobro más grande en su historia.
Lo trataron como riesgo sistémico → mercados hundieron Elektra.
Lo trataron como litigante tóxico → tribunales resolvieron en meses lo que antes tomaba años.
Lo trataron como posible facilitador de lavado → casinos y apps bloqueadas.
La profecía se cumplió… pero hacia abajo.
La ejecución del capitalismo de compadrazgo
Lo que se está desmoronando no es solo un conglomerado.
Es todo un modelo basado en:
Elusión fiscal sistemática.
Litigios eternos para congelar pagos.
Deuda privada disfrazada de “expansión”.
Blindaje político como estructura de negocios.
Uso del poder mediático para chantajear al Estado.
Un sistema que durante décadas exprimió a la base más pobre de México a través de intereses impagables, créditos depredadores, empeños abusivos y comisiones disfrazadas de “servicios financieros”.
Ese modelo está siendo ejecutado.
Metódicamente.
Fríamente.
Legalmente.
Última escena
La taza de café ya se enfrió cuando me llega una nota que, confieso, tuve que leer dos veces para creerla: en la desesperación por construir una candidatura competitiva rumbo al 2027, sectores del panismo están tanteando la idea delirante de impulsar a Ricardo Salinas Pliego como candidato.
Sí.
A él.
Al empresario cuyos negocios ahorcaron —y en muchos casos arruinaron— a la clase más pobre de México a través de:
créditos impagables,
tasas usureras,
cobros “administrativos” opacos,
prácticas que en cualquier otra jurisdicción se consideran predatorias.
Ese sector del panismo piensa que un magnate en crisis, perseguido por tribunales, con activos congelados y cuya estructura financiera depende de sangrar a la población de menores ingresos… podría ser su candidato ciudadano.
El mismo al que Elektra le quitó refrigeradores, motocicletas y pantallas a miles de familias.
El mismo al que Banco Azteca le cobró intereses que multiplicaban por tres la deuda inicial.
El mismo que hoy enfrenta investigaciones por lavado y adeudos fiscales históricos.
Que el PAN contemple esa posibilidad no es solo absurdo.
Es la confirmación de que ha perdido brújula, identidad y vergüenza.
Ahí comprendí que esta historia no es solo la caída de un imperio.
Es el retrato de un país que ya no está dispuesto a tolerar privilegios disfrazados de éxito.
Porque, en política y economía, solo existen dos profecías:
las que te construyen y las que te entierran.
Y esta vez, a Ricardo Salinas Pliego no se lo cargó el payaso.
Se lo cargó su arrogancia de sentirse dueño del mundo… y la locura de quienes todavía creen que puede ser candidato.
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