El desafío de Claudia Sheinbaum: Gestionar la incertidumbre económica heredada
“Sheinbaum frente a la bomba económica: el reto de evitar la implosión del modelo obradorista.”
Claudia Sheinbaum está a punto de enfrentarse a uno de los retos más complejos que cualquier líder político puede asumir: recoger las piezas de un legado económico con fisuras, entregado por Andrés Manuel López Obrador. La metáfora de una "bomba" en sus manos no es un mero recurso retórico, sino una realidad palpable. La reforma judicial impulsada por AMLO, combinada con un entorno económico frágil y de bajo crecimiento, amenaza con desestabilizar el delicado equilibrio que se había mantenido durante su administración. El reto de Sheinbaum será desactivar esta bomba sin perder de vista los ideales de la Cuarta Transformación.
La reforma al Poder Judicial es un testamento del deseo de AMLO por imprimir su huella en las instituciones del país. Sin embargo, las prisas por consolidar este cambio han generado una ola de incertidumbre. Esta incertidumbre ha permeado tanto en el ámbito nacional como en las relaciones exteriores de México, en especial con socios estratégicos como Estados Unidos y Canadá. Ambos países han manifestado su preocupación por la posible erosión de la independencia judicial, lo que podría afectar las garantías necesarias para la inversión extranjera y el respeto a los contratos. Aquí es donde reside la primera parte del desafío: Sheinbaum no solo debe lidiar con las consecuencias de esta reforma, sino también calmar a una clase inversionista que ya muestra señales de inquietud.
Los datos son claros. Según el Banco de México, entre julio y agosto de este año, la incertidumbre económica aumentó del 3% al 6%, mientras que la incertidumbre política pasó del 14% al 21%. Esto no es casualidad; es el reflejo de una percepción cada vez más negativa sobre el rumbo económico del país. Para Sheinbaum, este es un terreno pantanoso: no solo debe asegurar que las reformas impulsadas por AMLO no socaven la confianza de los inversionistas, sino que también tiene que encontrar maneras de garantizar que la economía no pierda impulso.
La incertidumbre, además, se ha visto amplificada por el riesgo de que las principales agencias calificadoras degraden la nota crediticia de México. Una rebaja en la calificación significaría un incremento en las tasas de interés y un encarecimiento del crédito, tanto para el gobierno como para el sector privado. Sheinbaum, quien heredará esta situación, deberá encontrar formas de reactivar la economía sin sacrificar las políticas redistributivas que han sido el núcleo de la Cuarta Transformación.
Es aquí donde la segunda parte del desafío cobra relevancia: la diferencia entre política y economía. Mientras que López Obrador ha sabido capitalizar las tensiones sociales para consolidar un proyecto político hegemónico, las leyes de la economía no ceden ante la lógica electoral. Si bien Morena ha logrado consolidar un poder casi absoluto en la arena política, el crecimiento económico ha sido modesto, apenas por debajo del 1% anual en promedio. La pandemia, por supuesto, jugó un rol en este estancamiento, pero no se puede ignorar que la economía mexicana no ha cumplido con las expectativas de crecimiento que AMLO prometió al inicio de su mandato.
Sheinbaum enfrenta un dilema existencial para la 4T: ¿cómo mantener un proyecto político que depende de la redistribución sin crecimiento económico que lo sostenga? En este sentido, la metáfora de la bomba cobra aún más fuerza. Si la economía no crece, las bases redistributivas del modelo obradorista podrían colapsar, dejando a Sheinbaum atrapada entre un electorado que exige mejoras tangibles en su calidad de vida y una clase empresarial que, por el momento, desconfía de las señales políticas.
Este dilema es especialmente crucial porque, a diferencia de AMLO, Sheinbaum no contará con el capital político del “mesías” que, durante seis años, pudo contener la frustración de los sectores más desfavorecidos. Sheinbaum tendrá que crear su propio capital político, y lo hará en un escenario mucho más hostil y cargado de incertidumbre. La tarea de generar confianza en los mercados será esencial para evitar un posible colapso económico, y esto requerirá no solo decisiones acertadas en términos de política económica, sino también una narrativa política que logre convencer tanto a los inversionistas como al pueblo de que es posible seguir adelante sin traicionar los principios de la 4T.
En los primeros días posteriores a su victoria, Sheinbaum envió señales de moderación a los mercados, mostrando un entendimiento claro de la necesidad de tranquilizar a los actores económicos. Este enfoque pragmático de Claudia Sheinbaum, orientado hacia la estabilización económica y la atracción de inversiones, está chocando con los deseos de consolidación política que AMLO aún tiene en mente. La transición será delicada, y Sheinbaum tendrá que caminar sobre una cuerda floja, equilibrando las exigencias de continuidad política con la necesidad de manejar una economía que, sin señales claras de crecimiento, podría implosionar en sus manos.
La prueba de fuego para Sheinbaum será, sin duda, su capacidad de gestionar esta bomba de incertidumbre económica que AMLO ha dejado encendida. Si logra desactivarla, tendrá la posibilidad de dar un nuevo impulso a la Cuarta Transformación, consolidando un legado no solo político, sino también económico. Si falla, el proyecto que AMLO construyó podría desmoronarse bajo el peso de sus propias contradicciones.
El 1 de octubre marcará el inicio de un nuevo capítulo para México. El liderazgo de Sheinbaum será fundamental no solo para continuar con la obra de AMLO, sino también para demostrar que la Cuarta Transformación es capaz de entregar resultados económicos tangibles. En sus manos está el futuro de la 4T, y su capacidad para gestionar la incertidumbre será la clave para asegurar la estabilidad de un proyecto que, sin crecimiento económico, corre el riesgo de estancarse.
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