El Jaque de la paridad: cuando la reina entra al tablero - 1
El Jaque de la paridad: cuando la reina entra al tablero

El Jaque de la paridad: cuando la reina entra al tablero

“La paridad sustantiva no es mera cuota; es un correctivo estructural a la desigualdad.”

La mañana amaneció fría, limpia, con esa luz que parece diseñada para poner en orden el caos. Enciendo la vieja cafetera italiana —la misma que cruje como si hubiera presenciado demasiadas madrugadas de guerra política— y mientras el aroma del café se expande, entiendo que hoy no es un día cualquiera. Hoy, la política mexicana amaneció distinta. Y no porque alguien haya ganado una elección, sino porque la Suprema Corte decidió mover una pieza que nadie quería que se moviera: la pieza de la igualdad real.

El país todavía no termina de asimilarlo: en todos los municipios que nunca han tenido una mujer gobernando, la candidatura obligatoria será para una mujer. No es recomendación. No es acuerdo interno. No es discurso sobre “inclusión”. Es un mandato constitucional. Y los operadores políticos lo saben: esto no es paridad… esto es jaque.

El poder no teme a las reformas: teme a las correcciones estructurales

La paridad sustantiva no es una cuota burocrática ni un compromiso políticamente correcto. Es un correctivo. Un correctivo que llega después de décadas de simulación. Porque los partidos descubrieron rápidamente cómo cumplir la paridad sin perder nada: colocar mujeres donde no afectara el control del territorio. Darles regidurías, sí; darles municipios, no. Paridad numérica, no paridad de poder.

La Corte detectó la trampa.

La Corte la desmanteló.

Y así, lo que durante años fue un mecanismo de simulación se convirtió —por decisión judicial— en un instrumento de redistribución del poder local. En términos reales: los feudos masculinos se acabaron.

Este fallo no solo abre espacios: obliga a ocuparlos. Y eso, en política, es dinamita pura.

El pánico que no aparece en las declaraciones, pero sí en los chats internos

Los dirigentes pueden decir lo que quieran frente a cámaras; lo interesante está pasando en los teléfonos. Los mensajes son idénticos en todos los partidos:

—“Nos acaban de mover la zona segura.”

—“Ese municipio ya estaba comprometido.”

—“¿Quién va a controlar la operación?”

—“¿Y si ponemos una mujer afín?”

Lo saben: la sentencia no solo afecta su estrategia electoral, afecta su arquitectura interna de poder.

Los municipios que nunca tuvieron alcaldesa no son casualidad; son territorios diseñados para reproducir el mismo patrón de dominio masculino. Son plazas donde los liderazgos locales operan sin contrapesos. Y ahora, por primera vez, esos liderazgos fueron obligados a ceder, no por negociación política, sino por una decisión del máximo tribunal.

Es el fin de un orden que se creía inamovible.

El ajedrez político cambió: la reina entra al tablero

En ajedrez, el rey es símbolo de poder, pero no tiene movilidad. Es protegido por todos, pero es inútil para avanzar. La reina, en cambio, tiene fuerza, alcance y capacidad de redefinir la partida.

Eso es lo que acaba de ocurrir en México.

Las mujeres no entrarán al tablero como piezas secundarias. Entrarán obligatoriamente a las posiciones donde se disputa el control real: la presidencia municipal, la puerta de acceso al presupuesto, la relación directa con la ciudadanía, la construcción de territorio, la primera línea de la hegemonía local.

La Corte hizo el movimiento que los partidos nunca se atrevieron a hacer: la reina avanza a la diagonal larga.

Y cuando la reina se mueve, todo el tablero se reconfigura.

Coaliciones en crisis: el terremoto silencioso

Las coaliciones electorales funcionan bajo una lógica simple: reparto de cuotas, equilibrio entre grupos, negociaciones interminables que garantizan control mutuo.

Pero las coaliciones no estaban preparadas para esto: una regla que les impide decidir.

El fallo no permite atajos:

la paridad sustantiva debe cumplirse en el territorio, no en el papel.

Esto rompe acuerdos previamente negociados, obliga a rediseñar listas, altera el cálculo del voto duro y reabre disputas entre grupos internos. Los partidos no pueden evadir la sentencia sin arriesgar la validez de su candidatura.

Lo que viene no es conflicto electoral: es conflicto interno.

La disputa ya no será entre partidos, sino dentro de ellos: quién se queda con las plazas que aún pueden negociar y quién pierde las que la Corte ya dictaminó.

El verdadero desafío: mujeres funcionales o mujeres libres

Los partidos intentarán, por instinto de supervivencia, colocar mujeres controlables.

Es el primer reflejo del viejo sistema.

Pero no han calculado el alcance real de su derrota: cuando abres un espacio al poder, no controlas quién lo ocupa ni cómo lo ejerce.

Entrarán mujeres fuertes.

Mujeres hartas de ser operadoras invisibles.

Mujeres con trayectoria propia.

Mujeres capaces de romper pactos, no de servirles.

Y cuando una mujer gobierna un municipio donde nunca antes se había permitido que una mujer gobernara, el mensaje es irreversible: la hegemonía ya no es masculina por defecto.

Esto no garantiza gobiernos más éticos o más eficientes. Pero sí garantiza algo más profundo: la caída de un monopolio histórico del poder.

El cierre: el día que el sistema dejó de decidir quién puede gobernar

Termino el café. La mañana ya no es fría; es cortante.

Lo que la Corte hizo no fue un gesto simbólico ni una concesión progresista.

Fue un manotazo judicial sobre un sistema que se resistió demasiado tiempo a cambiar.

Una corrección estructural.

Una intervención quirúrgica sobre la desigualdad.

Una ruptura en la forma en que la política local reproduce su hegemonía.

El viejo orden está en jaque.

Las piezas ya no pueden volver a su sitio.

La paridad sustantiva no es una cuota:

es la grieta por donde se derrumba el edificio patriarcal del poder municipal en México.

Y en la política, cuando una grieta se abre, nada vuelve a ser igual.

Comentarios