Fútbol y la política
A veces es increíble como ciertos aspectos o esferas de la vida, tienen mucha trascendencia en nuestra vida cotidiana, hoy, uno de ellos, es el fútbol.
La pregunta sería: ¿Es el fútbol un instrumento de poder económico y político en México y en otras latitudes? La respuesta es Sí.
El fútbol y la política son fenómenos cercanos, se parecen en ciertas cosas. El fútbol, como espectáculo, apela a la masa y de ella depende; la política convertida en espectáculo busca, por igual, fascinar al pueblo, sabe que por él persiste. El fútbol une a multitudes, la política, envidiosa del fútbol, busca la muchedumbre y los grandes espacios, emula el espectáculo, transporta al ciudadano a su cotidianidad. El fútbol es un juego, una competencia en la que se crean conflictos por un simple afán, una celebración paródica de lo heroico y, como todo juego, un episodio por esencia. La política, en cambio, es la más grave de las prácticas sociales cuyo fin no es otro que ejercer el poder con una mira: conciliar los conflictos, armonizar a una sociedad. Sin los medios de comunicación, sin la televisión el fútbol y la política no serían hoy lo que son.
El fútbol no solo ha servido a los intereses de políticos de todo pelaje, sino que también ha desatado guerras y conflictos diplomáticos y étnicos. En el lado opuesto, ha sido utilizado como un arma simbólica por los de abajo. Hay quienes han organizado partidos para solventar movimientos de resistencia, como los vascos durante la Guerra Civil española, o se han valido de las masivas asistencias a los estadios para organizar rebeliones civiles, como en Libia. Este deporte también ha servido para denunciar el racismo y para pronunciarse contra el ‘apartheid’ y la exclusión de la mujer. Es como si en ese paréntesis de 90 minutos hubiera espacio para todo, para lo mejor y lo peor de la especie humana.
El poder político del fútbol en México lo podemos ver en compras que empresarios han hecho, tales como Jorge Vergara (Chivas), Ricardo Salinas (Atlas, ahora de Grupo Orlegi) y Raúl Padilla (UdG), por mencionar algunos. Y es que no estamos ante una inversión al deporte propiamente, sino en la compra de un arma de destrucción masiva con efectos políticos, sino veamos este ejemplo:
Existió preocupación por parte de los partidos políticos ante el INE por el calendario de partidos de la selección mexicana en el Mundial Rusia 2018. En México, nuestra realidad política, económica y sociocultural juega en segunda división. Durante el Mundial de Rusia 2018, la selección mexicana jugo su tercer partido ante Suecia el día 27 de Junio, esto fue, en la última semana de campaña, justo en la veda electoral, previa a las elecciones del 1 de Julio. El resultado podía o pudo desembocar en dos tipos de comportamiento de la afición: si México perdía, decaía el ánimo social, generando resonancia negativa en la participación ciudadana en el proceso electoral (paso cosa contraria, por otros factores externos al fútbol), si México ganaba y pasaba a octavos de final, la euforia aumentaría, produciendo igualmente una repercusión negativa ante el proceso electoral. En ambos escenarios, la elección presidencial dependió en parte, del desempeño de la selección mexicana en el mundial de fútbol.
Ahora, estamos a mes y medio del mundial de Qatar 2022, el primer mundial en medio oriente y el primero en la historia en jugarse en noviembre y diciembre por diversos factores, pero con la polémica desde que fue elegida como sede hasta la construcción de los estadios. Será un mundial que se jugará en navidad y dónde veremos el actuar de la sociedad mexicana.
Los días que va a jugar la selección mexicana hay impaciencia en los trabajos, bares, escuelas y redes sociales, hay una mezcla de alegría momentánea por saber que habrá tregua laboral y esperanza de que gane México.
Otro ejemplo y muy claro es que, existe una diferencia moral importante entre fútbol callejero, el fútbol llanero y el fútbol profesional. En los dos primeros, la ausencia de reglas es garantía de diversión, en el profesional, la ausencia de reglas representa un grave problema que mancha al deporte.
Lo atractivo del fútbol es que nunca se sabe cómo terminará el partido. Mussolini acabó colgado por la multitud. En el caso de Videla (dictador argentino en el Mundial de 1978), el Mundial visibilizó a sus víctimas. A veces el fútbol cobra revancha, pero de este tema hablare en la próxima columna.
Es así como el fútbol es un catalizador emocional, pero también político y económico.
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