Ilusiones
Huamantla vive, hoy, la propia versión de un cuento escrito por Hans Christian Andersen: “El traje nuevo del emperador”.
Dicho cuento narra la historia de un rey que se preocupaba mucho por su vestuario, y un día, dos charlatanes se aprovecharon de esa necesidad, ofreciéndole la tela más suave y delicada que existía, amén de que era una tela invisible… ¡a los estúpidos o incapaces de ejercer su cargo!
Una vez entregado su nuevo traje, el emperador pidió a dos hombre de confianza sus opiniones. De inmediato, ambos alabaron la belleza del traje, pues no querían demostrar su incapacidad para ejercer el cargo.
El pueblo gobernado por este emperador, estaba ansioso de admirar el traje para descubrir a los verdaderos estúpidos.
El emperador pretendió vestir esa prenda invisible y así salió a la calle ¡desnudo! Todas las personas, a pesar de no ver nada, alabaron el traje, porque no querían pasar como estúpidos.
Fue entonces que un niño gritó: “¡El emperador va desnudo!” Al escuchar, el emperador se dio cuenta de la verdad y terminó el desfile.
La historia se parece al traje con el cual, el actual gobierno municipal, pretende hacer creer que habrá más dinero para obras con los supuestos ahorros generados por las plazas de los trabajadores sindicalizados despedidos.
Según especialistas consultados, el asunto ni siquiera ha empezado…
El Sindicato, organismo que no se puede menospreciar, aún no ha dado muestras de su contraofensiva (debido al cambio inesperado de su dirigencia).
Y los empleados despedidos no se quedarán con los brazos cruzados.
Vendrán los laudos laborales, que generalmente forman parte de un proceso largo, hasta que el fin el fallo determine quién se equivocó.
El escenario más benévolo plantea pérdidas millonarias para las arcas municipales en el mediano plazo.
Y quien tendrá que lidiar con el traje invisible, no será la administración salvadora, sino, probablemente, la siguiente.
Por desgracia, al alcalde Salvador Santos, ninguno de sus colaboradores le ha dicho que va desnudo… porque tienen miedo de reconocer su estupidez o su incapacidad para ejercer el cargo.
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