Misógino

Misógino

Por Edgar Ramón Conde Carmona

 

A la luz de los hechos, el actual gobierno municipal de #Huamantla, resultó misógino a ultranza.

Hay dos botones que así lo demuestran:

Uno. Apenas la semana pasada, se ventiló en redes sociales un video en el que un trabajador de confianza (que en ese momento se convierte en representante personal del presidente municipal), amenazó a una empleada de la CAPAMH de expulsar de esa dependencia con el uso de la fuerza pública.

Sin un apercibimiento de por medio y sí a través de un oficio “por una verdadera situación sin razón de ser”, el servidor público, identificado como “el licenciado Morales”, demuestra la tónica de este gobierno para tratar a las mujeres.

Dos. En un acto público encabezado por el alcalde, se difundió un comunicado oficial que muestra una imagen en la que aparecen tres menores de edad, mujeres todas, con el alcalde huamantleco.

El hecho, llamó la atención luego de que la activista en pro de los derechos de las mujeres, Silvia Nava Nava, tlaxcalteca y a la sazón primera consejera del Instituto Nacional de las Mujeres, señalara: “De esta forma (Salvador Santos) utiliza a las mujeres para promocionar su imagen y continuar haciendo campaña”.

A eso se debe sumar la flagrante violación a la Ley de Protección de Datos Personales al difundir nombres e imágenes de quienes ganaron este concurso sibn el menor cuidado, como lo marca la ley en comento.

Ambos hechos, aparentemente sin conexión alguna, revelan claramente el actuar de un gobierno municipal que en su génesis está obligado a demostrar las razones de su triunfo en las urnas.

Sobre todo cuando en su asunción al poder local, el alcalde enfatizó: “no seré el presidente de los que votaron por mi, tampoco seré el presidente de un sector, tampoco seré el presidente de un grupo, mucho menos el presidente de un partido político, seré el presidente de todos los huamantlecos, de uno y cada de los huamantlecos”.

Y las mujeres también son Huamantlecas.

Pero la misoginia a ultranza parece tener más peso que las palabras de alguien que, en la euforia, quiso ser un mensaje de buena voluntad.

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