Opinión no pedida y las 50 visas revocadas - 1
Opinión no pedida y las 50 visas revocadas

Opinión no pedida y las 50 visas revocadas

Opinión no pedida… es metida

Hay un deporte nacional que no necesita federación, árbitros ni uniformes: Opinar sin que nadie te lo pida.

No cuesta, no exige preparación, y para muchos, es la forma más barata de sentirse importantes.

En México, todos somos especialistas: Médicos sin título, abogados de WhatsApp, activistas de redes sociales, chismosos de los medios, urbanistas de sobremesa y, por supuesto, defensores de derechos humanos de Facebook.

El problema no es opinar —que para eso existe la libertad de expresión—, sino hacerlo como si el mundo girara en torno a tu sabiduría ilustrada y convenenciera.

Porque hay quienes confunden tener voz con tener razón, y tener teclado con tener autoridad moral.

Están los comentócratas y opinólogos de banqueta, que dictan sentencia sobre todo lo que pasa, desde la guerra en Medio Oriente hasta el menú de la fonda.

¿Nombres como Yeny Charrez y Miguel Ángel Covarrubias les suenan familiares? ¿Cuántos otros hay así?

Pero también están los otros, los más peligrosos: los que opinan desde el privilegio o el resentimiento, sobre todos si los corrieron de la administración pública y ya no tienen hueso.

Son esos que se indignan selectivamente, que aplauden con una mano y apedrean con la otra. Ahí está el paso del progenitor de uno de ellos 2, que atropelló a un motociclista, quería huir de la escena y ahora resulta que quiere que le paguen los daños de su camioneta antes de que asuma su responsabilidad.

Y claro, están los “consejeros no pedidos”, esos que se creen mentores de la decencia pública, esos que se tiran y patalean en las oficinas públicas.

Se autoproclaman guardianes de la ética, pero en realidad lo que buscan es protagonismo. 

Viven en modo editorial permanente, aunque no sepan ni redactar pero sí vociferar.

Les fascina corregir la vida ajena porque la propia no les alcanza para un buen ejemplo. Como si ser cristiano fuera andar enjuiciando a víctimas y victimarios y en medio de todo, llevarse dinero al bolsillo.

Lo irónico es que la opinión no pedida suele llegar envuelta en buenas intenciones: “Yo nomás digo”, “no es por criticar, pero…”, “te lo digo porque te quiero”. Frases que deberían venir con advertencia sanitaria: “Puede causar irritación, enojo o urticaria social”.

Y no falta el político metido a opinador moral o defensor de la ciudadanía en casos que les pueda rentabilizar viralidad en facebook.

Ese que, entre escándalos y justificaciones, da cátedra de lo que él mismo no práctica.

Su hermano matón, detenido en la administración municipal anterior de la capital con un arma de fuego amenazando a un conciudadano y enquistando hasta a la madre en la presidencia municipal de su pueblo y ahora pretendiendo hacer alcalde a su progenitor o al otro hermano.

Unos porque creen que el silencio los hace cómplices; otros, porque creen que el ruido los hace relevantes.

Pero la verdad es más simple: Si nadie te pidió tu opinión, probablemente no hace falta.

La opinión no pedida no cambia al mundo, sólo incomoda al que sí está haciendo algo.

Es el equivalente verbal de meter la cuchara en un guiso ajeno: Arruina el sabor y deja huella.

Así que la próxima vez que sientas la irresistible necesidad de opinar sobre lo que no te incumbe, recuerda:

“Opinión no pedida… es metida.”

Y si aun así no puedes resistirte, al menos hazlo con estilo, que parezca que eres —quizá no inteligente pero sí,— listo: Que duela, pero que se lea con gusto (De nada).

Visas revocadas

Estados Unidos le quitó la visa a cincuenta políticos mexicanos y el país entero se rasga las vestiduras.

Que si es una afrenta a la soberanía, que si es un acto de humillación, que si es un exceso del imperio (si, imperio, como si México fuera el país de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, así ya hablan los politiqueros).

Pero antes de indignarnos por costumbre, deberíamos preguntarnos (Nomás por joder al vecino):

¿Y si los gringos tienen razón?

Porque la medida no cayó del cielo ni se decide con una ruleta (En política nada es casualidad y aplica a la política global, no sólo la del pueblo). Allá no revocan visas por envidia, ni por tuitazos, ni porque se les antoje fastidiar.

Cuando el Departamento de Estado toma una decisión así, lo hace con información. Y aquí viene lo que nadie se atreve a preguntar:

  1. ¿Será que algunos de esos políticos acumularon propiedades, cuentas o inversiones en Estados Unidos imposibles de justificar con sus salarios públicos?
  2. ¿O quizá detectaron movimientos bancarios sospechosos, transferencias, fideicomisos o compras en efectivo que levantaron alertas en la OFAC?
  3. ¿Habrá alguno con vínculos directos o indirectos con el crimen organizado, esos que aquí se disimulan con abrazos y allá si se castigan?
  4. ¿Acaso los gringos saben algo que nuestras fiscalías prefieren no ver?
  5. ¿Será coincidencia que muchos de los mencionados provienen de estados donde el narco y la política duermen en la misma cama?
  6. ¿Por qué tantos políticos, tan patriotas en discurso, guardan su dinero, su familia o su salud del otro lado del río Bravo o en paraísos fiscales?
  7. ¿Qué tanto miedo tienen de rendir cuentas aquí, que prefieren llorar por una visa perdida allá?
  8. ¿Y si los güeros simplemente hicieron lo que México no se atreve: ponerles un alto a los intocables?
  9. ¿Por qué la reacción oficial fue tan rápida en defenderlos, pero tan lenta cuando se trata de defender a los ciudadanos comunes, a las madres de los desaparecidos, a las víctimas de los estados de Veracruz, Hidalgo, Querétaro y San Luis Potosí?
  10. ¿Y si el verdadero escándalo no es que les hayan quitado la visa… sino que todavía tuvieran una?

No hay que ser ingenuos. En la diplomacia como en la política, nada es casualidad.

Las revocaciones no fueron al azar ni al menudeo: Fueron selectivas, quirúrgicas, con bisturí y expediente en mano.

Y mientras aquí los aludidos gritan “soberanía”, en Washington solo sonríen: porque saben que el mensaje ya llegó. No es una guerra, es una advertencia.

Comentarios