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No me avergüenzo de mi historia

No me avergüenzo de mi historia

Aquí estamos, y no nos escondemos
Por Victoria Aburto
Periodista y comunicadora crítica

Siempre hay alguien que aparece “preocupada o preocupado por los demás”, pero que en realidad solo está preocupad@ por sí mism@. Alguien que no busca justicia, sino venganza. Que no quiere advertir, sino destruir. Que no denuncia, sino calumnia.

Hay quienes simulan hablar en nombre de las víctimas, pero no defienden a nadie. Solo quieren cobrar supuestas viejas cuentas. Publican “testimonios” como si fueran verdades absolutas. Lanzan acusaciones graves, sin rostro, sin consecuencias para ellos. ¿Y por qué no dan la cara? ¿Por qué desde el anonimato? ¿Por qué desde perfiles falsos? Porque detrás del grito hay miedo. Porque saben que una mentira dicha con rabia sigue siendo una mentira.

Últimamente, ciertas voces anónimas han intentado construir una historia a conveniencia, seleccionando hechos, exagerando datos, manipulando versiones. No buscan justicia legal, sino linchamiento digital. ¿Por qué no probarlo en tribunales? Ahora se esconden en perfiles falsos, publicaciones anónimas y campañas de difamación que solo buscan likes en Facebook.

Se autodenominan “víctimas”, pero tienen alma de verdugos. Exigen explicaciones mientras ellas no dan ninguna. Publican imágenes, documentos, frases manipuladas, con un solo objetivo: dañar emocional y psicológicamente.

Hay quienes creen que guardar silencio es huir. Que no responder a cada señalamiento es aceptar. Que no exponerse a gritos en una plaza digital equivale a esconderse. He aprendido que no se puede explicar todo a todos. Que hay quienes no escuchan porque no quieren entender. Que incluso con pruebas, hay mentes ya decididas a condenar. Y que el juicio más severo no siempre viene de la ley, sino de los dedos que apuntan sin conocer, de las bocas que repiten sin preguntar.

Dicen que me escondo. Pero aquí estoy. No en el ruido de Facebook, sino en los lugares donde la palabra tiene sentido. Y no vine a convencer a quien ya decidió odiarme. No me asusta que me publiquen desde perfiles con nombres falsos. Me asustaría parecerme a quienes lastiman por placer.

Los autores de la publicación mencionada lucran con la ignorancia y la necesidad de las personas, explotando sus circunstancias desventajosas para obtener un beneficio económico o visibilidad social. Y si el propósito o el fin es silenciarme, mi voz, lejos de callarse, se amplifica.

No tengo nada que esconder. Mi historia, con sus aciertos y desaciertos, me pertenece y no me avergüenza. Porque todo lo que he vivido, lo bueno y lo difícil, ha sido parte del camino. Y entiendo que algunos necesiten creer lo que les conviene para dormir tranquilos. He cometido errores, como todos los seres humanos. Y el que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra. El mayor de ellos, quizás, fue confiar en quienes no lo merecían. Eso no me define, sino que me hace más humana y más sabia.

Me han intentado reducir a un guion de telenovela barata, un relato superficial que ignora la complejidad de mi vida. Lo siento por quienes creen que quemar a una mujer en redes sociales es justicia. Lamento que algunos crean que la justicia se encuentra en la difamación y la destrucción pública de una persona. Yo no me prendo fuego; yo me forjo.

Pero lo que no saben es que no hay fuego que consuma a quien ya ha caminado por el infierno y ha salido de pie. Lo que no entienden es que esta vez, su estrategia no las hará más fuertes. Esta vez, sus ataques nos hacen más claras, más firmes, más valientes.

No tenemos que defendernos de lo que nunca hicimos. Pero sí tenemos el deber de señalar lo que están haciendo: jugar con la opinión pública para encubrir intereses personales. Usar el anonimato como escudo para lastimar. Usar el dolor como pretexto para incitar el odio.

Quien quiera justicia, que vaya por ella en los cauces legales. Quien tenga algo que decir, que lo diga de frente. Porque aquí estamos. Y no nos escondemos.

No hay activismo en el odio. No hay verdad en el anonimato.

Y a quienes se sienten con derecho de armar linchamientos públicos, solo les decimos una cosa: no olviden que la historia no la escriben quienes gritan más fuerte, sino quienes resisten de pie.


Victoria Aburto
Periodista | Comunicadora crítica | Voz incómoda de la justicia social

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